22

1.2K 171 49
                                    

Pasada la media noche escuché unos pies aterrizar sobre mi balcón. Llevaba un tiempo sabiendo que ya no sólo se podía tratar de Chat.

Me levanté y abrí para ver quien era.

—Ahí estás, señorita.— a penas y se podía mantener de pie. Me acerqué y lo tomé del brazo, dejó caer casi todo su peso en mí, estaba demasiado débil.

—¿Ahora en qué te metiste?— él soltó una pequeña risa.

—Si te digo que en una pelea a muerte por tu mano ¿Me creerías?— rodé los ojos. Sus palabras el otro día resonaban en mi cabeza: su familia.

Lo deposité en mi cama, pero parecía que ni siquiera quería recostarse en la cama por completo. Tomé su broche y lo dejé reposar en una encimera.

—No quiero manchar tus sábanas con mi sangre.— esa frase me hizo sentir mal, pero preferí ocultarlo.

—Necesito que te desabroches la camisa.

—Señorita, aunque la tentación sea muy fuerte, me temo que ahora no estoy en las mejores condiciones.

Lo miré fijamente y sin pedirle autorización, comencé a hacerlo yo. Él no hizo ningún comentario más, sólo observaba mis acción dea con detención.

—Tengo que ir por unas gasas para limpiar tus heridas, ya vengo.

Cada vez que estaba cerca de él me sentía extraña, expuesta y a la defensiva, pero a la vez, tan completamente indefensa y con ganas de sólo vivir el momento.

Cuando regresé, pude atraparlo con la mirada perdida en la lámpara aún lado suyo, con sus ojos reflejando la tenue luz y una semblante tan seria y suave a la vez, herida, tan...

—Estoy aquí.— Las gasas húmedas empezaron a repasar sus heridas, él a penas emitía quejidos, podía verlo relamerse los labios para aguantar el ardor.— Félix.— Empecé a limpiar las heridas.—¿Quién te hace esto? Pudo haberte matado.— Sus heridas me dolían a mí.—¿Por qué lo permites? Podrías defenderte si quisieras.— Tenía un nudo en mi garganta.

—¿Por qué te preocupas por mí? No lo valgo.

Maldito Félix, era un estúpido, el más grande de todos los bastardos, lo odiaba con toda mi alma.

—Cállate, carajo.— Lo besé, y él tomó mi rostro e hizo lo mismo.

—De acuerdo.— dijo viéndome a los ojos para volver a besarme después.

No dejaría que lo volvieran a lastimar.

Infect me // FelinetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora