Félix me dejó conservar aquel saco que le había tomado prestado y desde entonces, procuraba usarlo en cuanto volvía a estar limpio. Me recordaba a él y lo cálida que de alguna manera llegaba a ser su lejanía.
Estaba lloviendo, no muy intenso pero la tormenta no tardaba en llegar. Yo contemplaba todo desde dentro de la panadería, los clientes se hacían cada vez más contados, seguro ya se estaban refugiando en sus casas.
Sonó la campana.
—Señorita Dupain Cheng, un placer conocerla.— Era una mujer rubia de ropa elegante, parecía una modelo, una de esas personas de las que simplemente no puedes distraer tu mirada.
Pero sus ojos verdes me causaban escalofrío.
—¿Se le ofrece algo, madame?— Ella rio y avanzó hasta a mí.
—Por favor, llámame Amelie. Y no, solamente quería conocer el lugar.— Continuaba con su mirada fija en mí, sin quitar esa sonrisa de su rostro.— Ese brazalete que traes parece bastante costoso, supongo que tus padres han de ganar muy bien en esta panadería para adquirir algo así. ¿Puedo...?
En cuanto vi que su mano se acercaba a mí alejé mi muñeca.
—Si no va a querer pan mejor retírese.— sentencié.— Este no es museo como para que "sólo venga a ver".— Ella alzó la ceja.
—¿Ya has de saber quién soy, no? — Ni que fuera tan estúpida. Asentí.— Bien, no eres una niña tonta.— sonrió, de la misma forma petulante en la que Félix lo haría.— Ya, tranquila niña; no pretendo alejarte de mi hijo, empezaba a temer que sus gustos fueran otros, pero tú me das tranquilidad.
—Vaya al grano.— Respondí.
—Tú tienes algo que mi hijo quiere, no sé qué, pero es muy persistente contigo. Y yo daría el alma por mi hijo.— empezó a darme la espalda con rumbo a la salida nuevamente.— Te recomiendo que le des lo que quiere; no me gusta que mi pequeño esté tan distraído, así que ya sea cariño, dinero, o solamente sexo, satisfacelo lo más pronto posible; antes que yo tenga que obligarte. Aún no lo entiendes, pero cuando seas madre verás los sacrificaría yo por la felicidad de mi hijo.
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Infect me // Felinette
Fanfiction¿Te digo algo? En aquellas peleas donde terminaba acorralada, no sólo me hacías sentir odio. Había algo más, siempre estuvo ese "algo más".