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                                                            14| EL ADIÓS

Yannick Husayni

Mierda.

Si es que era un imbécil.

Quizá fui muy brusco con ella, no lo sé. Me había contado lo que a nadie y me daba miedo el motivo, yo no podía salir con ella si no era para casarme. Y con Astra no quería estropear lo que teniamos, un poco ilógico ya que la intenté besar dias atrás. Agradecí por una parte que no lo hiciera, sabía que un beso lo cambiaría todo.

Pero ella se acababa de ir muy cabreada e ignoraba mis gritos.

Mi mente decía que se iria a casa con su prima a criticarme un poco, incluso seguro que Faith me tiraria alguna cosa en la cabeza para defender a su amiga. Mi hermana estaba loca.

Así que decidí relajarme y buscarla en otro momento, era tan cabezota que ahora no aceptaría mis disculpas.

—Ya he llegado— avisé a mi familia desde la entrada—. ¿Quedan magdalenas?

Ojeé el salón y allí estaba papá, en el sillón viendo la televisión con una expresión de fastidio, chasqueó la lengua y acto seguido tosió como un loco. Me acerqué a la cocina a llenarle un vaso de agua y rápidamente llegué hasta él.

—Gracias, hijo— se tomó el agua—.Siéntate, porfavor.

Le obedecí confundido, pocas veces le gustaba la compañía, y menos cuando se sentía enfermo. 

—Mientras estaba de viaje he tenido a un pajarillo que me contaba lo que pasaba por aquí...

Faith.

Como no.

—...y escuché que te gusta una chica.

Levanté mi mirada hacia él, uno de mis ojos eran clavados a los de mi madre, el otro era un misterio ya que papá tenia los ojos marrones. Me sorprendí y no supe como reaccionar ya que ni siquiera sabía si me gustaba. Había visto lo peor de ella, pero también lo agradable e inseguro.

Ella no estaba preparada para cargar con otra mochila.

—Por eso no te preocupes papá, he estado buscando a una esposa que te llegue a los zapatos.

Negó con la cabeza,— Creo que no entendiste bien las cosas, quiero que te cases pero con alguien que te haga feliz por muy imperfecta que sea. He visto tu cambio, ya no eres un grosero, almenos no conmmigo.— soltó una risa descarada.

—Pero tu me dijiste...

—Soy un viejo amargado, digo estupideces.

—Eso lo habré heredado de ti.

Paro de reír y me miró con atención.

—Como último favor quiero que hagas algo, pero que no se entere tu madre.

—Me das miedito.

Arqueó una ceja porque yo nunca respondía así, le diria que era culpa de una idiota muy sexy pero lo dejé pasar por curiosidad a lo que quería decirme. Cotinuó hablando.

—Mamá y yo nos iremos mañana al médico para que me examinen, quiero que cuando no haya nadie en la casa subas a mi despacho. La llave está en mi mesita de noche.

—¿Y que se supone que tengo que hacer allí?

—Revisa cosas, tienes que verlo con tus propios ojos.

YannickDonde viven las historias. Descúbrelo ahora