Kang Dhay presumía a la sociedad una realidad deseada, donde aseguraba haber vivido cuarenta y dos años llenos de felicidad, también, decía que su matrimonio era el más feliz, que no se arrepentía de nada porque su esposo era devoto y atento con ella.
De puertas para afuera, la vida le sonreía, pero, en la privacidad de su pequeño hogar, la pesadilla que vivía día con día, nadie podría aguantarla.
Solo ella.
—Saldré.
—¿A dónde?
—Trabajo. Como siempre.
¿Trabajo a las nueve de la noche? Gran y mal elaborada mentira. Dhay sabía que su esposo ya no la quería, que vivía estresado con solo verla y por eso se lo hacía saber todos los días, le recordaba cada defecto, cada cosa que odiaba de ella.
No importaba lo mucho que se esforzaba en lucir bien para él, a sus casi cuarenta y tres años, se cuidaba tanto, que causaba envidia entre su círculo de amigas y los esposos de unas cuántas.
Entonces ¿Por qué para su esposo no era tan despampanante como para el resto? Se preguntaba siempre lo mismo, qué sería aquello que no le gustaba a él como para despertar un día y no amarla más.
—Bien. Cuídate.
—No llegaré hasta mañana después de las doce, espero que no te molestes en preparar de comer, probablemente no tendré apetito— asintió, él suspiró y apretó el puente de su nariz— y Dhay, deja de usar blusas tan cortas, que se te ve el estómago colgando.
Se fue, su rostro se llenó de color y sus manos temblaron sosteniendo los palillos, intentaba controlar su enojo, sus emociones. Su estómago no colgaba, ella sabía que estaba perfectamente bien porque se ejercitaba.
Botó el aire contenido y buscó tranquilidad en su corazón, no quería que esos comentarios continuaran afectando su espíritu, ella era fuerte, podía soportarlo.
—Buen día, noona.
Giró el rostro, observando por encima de su hombro y sonrió, su entrenador había llegado.
—Buen día, Namjoon.
Dhay había encontrado al menor gracias a la hija de una amiga que le aseguró, era el mejor en su trabajo y daba una asesoría asombrosa. No se equivocó, llevaban meses en un proceso increíble con el que Dhay estaba muy cómoda y satisfecha.
—¿Cómo estás de ánimo el día de hoy?— entrecerró los ojos hacia ella, apoyándose en la barra que separaba la zona de descanso del resto del gimnasio—No te ves muy feliz.
—Hay días malos.
—Soy bueno volviendo días malos en días increíbles.
La hizo reír.
—Con el humor que siempre traes, no lo dudo— observó detrás de él— ¿No tienes más clientes hoy?
—No, los miércoles soy todo tuyo, noona. Así, que, empecemos.
Negó, siguiéndolo, desde que lo conocía, se comportaba de esa manera, confiado, arrasando con todo y probablemente con todas las mujeres. Namjoon siempre tan encantador.
Aunque, claro estaba que, siendo un hombre de apariencia atlética, fuerte y carismático, tendría esa suerte de ser cotizado.
—Esa boca que tienes, es peligrosa.
—Tengo que darte la razón en eso— sonrió— pero solo te hablo de esta manera a tí, porque somos cercanos, soy lo más parecido a un iceberg cuando se trata del resto.
—Vaya, gracias por el privilegio. Me siento especial. Seguro es porque soy mayor.
—Eres especial, no solo por ser mayor—aseguró, ajustando la máquina con la que empezarían— eres especial por ser tú.
—Deberías ser así de dulce con tu novia.
—No tengo, insistes mucho con eso— rió.
—¿Sí? Supongo que, se debe a qué, me casé a los veintitrés y tú tienes veinticinco. Cuando era más joven, casarse rápido era una obligación.
Le escuchó bufar.
—No pienso en casarme solo porque sí— se inclinó un poco— necesito enamorarme de alguien con todo el potencial para soportarme el resto de su vida.
—Oh, lo veo complicado.
—Ah, noona— llevó una mano a su pecho— hieres mi corazón.
Blanqueó los ojos.
—Empecemos de una buena vez, joven Kim.
Dhay no sabía lo intenso y genuino del amor que Namjoon sentía por ella aunque él fuese cada día más obvio.
En vista de que los lunes quedaron vacíos, NOONA, ocupará ese lugar.Espero les guste, por supuesto, aquí manejamos una brecha de edad entre los principales un poco grande, ya saben que si les causa incomodidad, pueden no leer la historia♡