—¿De quién es el auto, por cierto?
Namjoon había llegado en una camioneta gigante, llena de espacio para llevar las compras de ese día.
—De mi hermana, está quedándose en mi casa por una semana y me lo prestó— tomó el carrito más grande que vio— ¿Con este basta?
Asintió.
—¿Qué hace tu hermana?— tomó su brazo cuando se lo ofreció, rodando los ojos—Tengo que escoger las cosas.
—Puedes estirarte sin soltarme. Respondiendo a tu pregunta; ella trabaja en una oficina, es secretaria de algún empresario.
—Suena interesante.
—Ella dice lo mismo— señaló la zona de verduras— vamos por esos tomates.
—Bien.
Le soltó, empacando dos bolsas pequeñas, una para cada uno.
—¿Y tú, noona?
—¿Sí?
—¿No tienes hermanos?
Negó, su vista fija en los precios de algunas frutas que podía necesitar y parecían en oferta.
—Soy hija única, no creo que mis padres tengan más hijos, siendo honesta— eso daba a entender de que no hablaba con ellos— oh, pero no es que tenga una mala relación con mis padres, simplemente no somos demasiado cercanos, los visito a veces, cocino con mamá, papá me invita a ver la televisión con él o salir a caminar. Podría decirse que son dulces.
También estaba el hecho de que su padre no había estado de acuerdo con el matrimonio pues el hombre que había elegido nunca fue santo de su devoción.
Tuvo que haberlo escuchado cuando le dijo que lo pensara mejor.
—Suena a que no se llevan mal en absoluto.
—¿Tú crees?— asintió— Debo llevar leche.
—Eh.
—No para mí, para mi esposo— aclaró —para mí, llevaré yogurth natural.
El carrito se llenó casi al tope y cuando intentó empujarlo, fue difícil, Namjoon se burló haciendo uso de una sola de sus manos.
—¿Qué? ¿Presumo mucho?
—Bastante, pero, si lo tienes, presumelo.
—Todo es un proceso, tendrás tus brazos fuertes pronto— eso esperaba, levantó la cabeza, observando todo el lugar— casi no hay nadie.
—Es jueves, casi nadie hace las compras los jueves.
—Ya veo... — señaló el espacio para sentar a los niños en el carrito— súbete.
Abrió los ojos, negando.
—¿Cómo me voy a subir ahí?
—Será divertido, no te dejaré caer.
—No, nos van a regañar.
—¡No hay casi nadie! Y te duelen las piernas, es como un receso de cinco minutos. Por dos pasillos, al menos, antes de ir a pagar.
Caminó delante suyo, continuó negándose.
—No quepo ahí, es para bebés.
—Solo te sientas, no metes las piernas y te sostienes de mí.
—No, loco.
Suspiró.
—No me dejas opción.
Namjoon a veces era como un niño que necesitaba que le cumplieran sus caprichos y correr por los pasillos de un supermercado con Dhay casi al hombro, parecía ser uno de esos.
—Al menos no nos prohibieron volver.—¿Cómo no? Si nos han vetado del supermercado.
—Pero solo por un tiempo.
Y se reía, Dhay intentaba no seguirlo en sus tonterías, pero era inevitable y terminó riendo con él mientras negaba.
—Eres un adulto y te comportas como un niño.
—Pero, te has divertido.
—Si Namjoon, fue muy divertido ser casi arrastrada por todo el pasillo de comestibles— lo pellizcó sin mucha fuerza, seguía riendo— ve a terapia.
—Tal vez— se inclinó— ¿Te ayudo a organizar tus compras? Si no está el panzón de tu marido, por supuesto.
A Namjoon no podría importarle menos haber puesto sus ojos e interés en una mujer casada que ni siquiera parecía estarlo. Él solo... la quería.
Le gustaban sus ojos, su risa gentil, como conversaba con él sobre cualquier cosa incluso insignificante. Además, lucía magnífica, no tenía que esforzarse para verse bien. Dhay era todo lo que a Namjoon podía atraer.
Porque lo tenía comiendo de la palma de su mano, no se avergonzaba de admitirlo pues era una realidad.
—Entra y anotaré la receta del estofado para que lo hagas en casa.
—Si, noona.