Una de sus amigas cercanas decidió invitarla a comer con ella en el descanso del gimnasio, aceptó, pues no le agradaba la idea de comer sola.
—Unnie, tengo que admitirlo— le sonreía— tengo mucha envidia.
Tuvo que reírse, negando.
—¿Envidia de qué? Si luces igual o mejor.
—Me parece que tendré que preguntar a tu entrenador si tiene espacio para mí. Se nota que trabajas duro, debe ser un proceso agotador.
—Si es agotador, pero, me aguanto por los resultados— terminó su té— ¿Cómo están todos en casa? ¿Ya entraron a la nueva escuela?
Hyeji asintió, sus ojos brillaban siempre que le preguntaban por sus hijos.
—Sabes que estaba muy preocupada, quería que tuvieran un buen inicio de clases, amigos y todo eso. Pero también sabes que mis nenes no son exactamente buenos juntandose con los demás niños.
—¿Y eso fue un problema?
—Pensé que sí, pero no, su maestra me dijo que estaban haciéndolo muy bien y ellos llegaron contentos a casa a contarnos todo lo que hicieron. Se divirtieron.— sonrió con ella, eso era bueno de saber— Creo que tu hora acabo.
Observó el tiempo en su teléfono y negó.
—Todavía me quedan veinte minutos.
—Oh, entonces, tu entrenador te solicita con la mirada— rió, levantándose— yo debo entrar de nuevo, unnie, fue bueno verte, te llamaré para reunirnos con las demás.
—Esperaré la llamada.
Entrecerró los ojos viendo a su plato y luego de unos minutos, volteó en dirección a las máquinas, dónde Namjoon continuaba asesorando a, podía decirse, otro de sus clientes de ese día.
Sus ojos encontraron los de él. Namjoon le sonrió, así que le devolvió el gesto antes de regresar a su comida.
—No te atrevas a decir que no aguantas, sabes que sí.
Quiso reírse, pero estaba concentrada en su último ejercicio del día, sostener su propio peso siempre sería complicado, pero, ella quería brazos fuertes.
Namjoon sostenía su cintura por momentos para evitar que caiga de lleno al suelo, Dhay sentía como la barra lastimaba sus manos, pero, ya se había acostumbrado a ese pequeño dolor con el pasar de los días.
Tenía que pasar por el mercado, abastecer su refrigerador, cocinar lo de ese día y nada más, solo esperar a que llegase el mañana.
—Noona, acabaste hace un minuto.
—Oh— se soltó, la atrapó sin problemas— entonces, acabamos por hoy.
—No es bueno distraerse tanto y tan seguido. Eh.
—Debe ser la edad.
—Debe ser algo más que la edad, no le eches la culpa a los años— colocó sus manos en la barra que ella usaba hace un momento, le miró— ¿Qué harás el resto del día, noona?
—Bueno, ya qué preguntas. Tengo que ir, ducharme, cambiarme e ir al mercado.
—También tengo que hacer mis compras, así que, deberías, no sé— sonrió inocente— invitarme a compartir carrito y dejarme empujarlo por tí.
Echó la cabeza hacia atrás riéndose y casi cae al suelo por lo débil que se encontraba, Namjoon alcanzó a atraparla, le agradeció.
—Deberías ir con tu novia.
—Voy a ir con mi novia.
—¿Y para qué me quieres a mí allí?
Se pasó ambas manos por el rostro.
—Tengo que tener una paciencia de mil dioses — musitó— quiero ir contigo, de paso, me das la receta del almuerzo que preparaste ayer para mí.
—¿Te gustó?— asintió— Bien, pero no lleves tu motocicleta, iremos en taxi.
—Lo prometo. Te llamaré cuando esté saliendo para encontrarnos.
—Perfecto. Gracias por tu tiempo hoy, fue bastante bueno.
—Buenísimo, de hecho. Que se repita.
Sacudió las manos, despidiéndose, acercándose a la zona de casilleros, tomar su bolsa e irse. Namjoon se quedó viéndola, poco le importó que uno de sus compañeros se posara a su lado e igual, observara a Dhay.
Hasta que habló.
—Así que nos gustan de treinta.
Lo miró mal, luego sonrió y negó.
—Nos gustan de cuarenta.
—¡¿Cuarenta?!— casi se ahogó con su propia saliva— ¡¿En qué mundo tiene cuarenta?!
Y se fue, apurandose para llegar a tiempo con ella.