Capítulo 2

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Dejé de oír disparos y a gente gritando y llorando, todo era calma. No me creí esa calma, pensaba que algo iba a pasar, pero qué, acaso iban a empezar a lanzar bombas, a echar gas tóxico, no podía saberlo, sin embargo, mi papá se asomó con mucho cuidado desde mi ventana.

Lo quedé mirando con mamá a espera de una respuesta, ya sea buena o mala, pero quería saber y papá no nos decía nada, así que me atreví a preguntarle.

— Papá, ¿qué pasa? — pregunté lo más bajo que pude.

— Nada hija, parece que los soldados ya se han ido – aún miraba la ventana, esperando estar en lo cierto.

— ¿Parece? ¿Hay o no hay soldados en las calles, nos puedes dar una respuesta más clara Paul? — el tono que mi madre usó me asustó, sólo por el hecho de que ella también lo estaba.

— Muy bien, no veo más que cuerpos sin vida en las calles, ¿eso querías oír?

No hubo respuesta de mi madre, no sabíamos si iban a volver o si lo de su "jueguito de matanza" había terminado, pero, ¿habrían de volver mañana? O ¿atacarían a más gente inocente de otros lados de la ciudad? Como siempre mis preguntas no tendrían una respuesta clara, ni siquiera mi familia podría responderlas, puesto que, ellos tampoco lo sabían.

Dormimos lo mejor que pudimos, no quería dormir sola así que dormí con mis padres en su habitación, cuando desperté a eso de las 7:30 am. le agradecí a Dios que los soldados no entraran a nuestra casa, ya sea que alguien crea en él o no, al menos en mi caso se me hace imposible el haber sobrevivido a algo así haya sido por mera suerte y no por una ayuda divina más fuerte y grande que nosotros.

Fue un día como los otros, a excepción que las personas recogieron los cuerpos de los asesinados y se los llevaron, Dios sepa dónde, dudo que les dieran un entierro digno. Por obligación aparté eso de mi mente. Todo lo demás estaba tranquilo, así que nos habíamos levantado, mis padres y yo, mamá había hecho el desayuno. Por suerte una mujer, que no es judía, llamada Katherine nos trae de vez en cuando mercadería. Es buena persona, una mujer robusta, de ojos azules como los míos, piel clara, cabello negro como el carbón, con una mirada que apenas la ves en la calle ya te inspira la confianza que tu madre misma puede entregar.

Para el desayuno comimos pan con unos huevos revueltos y bebimos té. En el almuerzo, papá esta vez ayudó a mamá a cocinar pollo con unas cuantas verduras, tanto el desayuno, como el almuerzo fue calmado, pero una calma en estado de alerta, ninguno de nosotros se dirigió la palabra y en mi caso, cada que oía un ruido en la calle me hacía saltar del susto, tanto que mi padre tomaba mi mano como un modo de decirme que no había nada que temer. Lamentablemente no pude relajarme en ningún momento.

Eran las 15:40 pm. yo estaba leyendo un libro que tiene mi padre en su biblioteca, él antes era profesor de literatura, por lo que tiene libros muy interesantes en los que puedo entretenerme por las tardes. Papá era un buen profesor, siempre que paseaba con él y veíamos gente de su clase, lo saludaban tan cordialmente con una amplia sonrisa en sus rostros, la verdad él era muy apreciado tanto por sus alumnos, como sus colegas de trabajo, pero todo eso cambió, el rector de la universidad donde mi padre hacía clases lo despidió, órdenes de su mandatario sin lugar a dudas. Mamá, por su parte, hacía un taller de costuras, de ahí conocimos a Katherine, ellas hacían competencias sobre quién tejía, bordaba o cosía más rápido, eso último lo descartaron de sus competencias, ya que siempre salían pinchándose con las agujas. Mi abuelita también estaba en aquel taller, quien me tejió el chaleco azul que estuve usando ayer. Al acordarme de aquella prenda, algo en mi mente apareció rápidamente.

¡Tenía que visitar a Klein a las cuatro de la tarde!

Salí como pude de mi casa, pero mi mamá estaba justo detrás de mí en la entrada de la puerta.

Estoy de tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora