Capítulo 12

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(Narra el teniente Jack Hesse)

Todavía no entendía la razón de porqué le hablé, aquello fue demasiado arriesgado sumando el hecho que no me fijé si había alguien alrededor. Me volteé para asegurarme, por suerte no se veía nadie, si acaso alguien nos escuchó eso no sería problema, puesto que de haber sido un militar ya nos habrían llamado la atención. Suspiré de alivia, pero sé que debí ser más cauteloso. No debería poner su vida en riesgo sólo por intercambiar unas cuantas palabras.

Mientras caminaba, comencé a pensar en lo que mi padrastro me comentó hace un par de horas atrás. Luego de dejar a aquella chica a su casa, logré regresar a la mía a las cinco con cuarenta y cinco minutos, era demasiado tarde como para volver a dormir, además a las seis era la hora en la que iba a levantarme. Puse a calentar agua, una taza de café iba a sentarme bien para aguantar el día sin haber dormido nada. Coloqué un poco de música mientras estaba esperando el agua, mi elección fue música clásica. Siempre tuve gran admiración por músicos como Bach, Beethoven, Mozart, Wagner, Jean Sibelius, entre otros; además que mis gustos iniciaron gracias a mi madre. Ella solía llevarme al teatro cuando yo apenas tenía unos siete años, si acaso no podíamos ir, simplemente ponía música en la casa y así pasábamos el tiempo juntos. Muchas veces me comentó lo mucho que le gustaría que yo fuera músico o que encontrara una chica que tuviera el mismo gusto musical que nosotros dos. Me sorprendió aquella desesperación porque algo así sucediera, pero ella quiso ser tocar música clásica desde que era niña y por lo general los padres reprimen sus sueños a través de sus hijos. Pensándolo bien, hubiera preferido hacer lo que quería mi madre que haberme enlistado en el ejército.

Muchas veces me sentía nostálgico cuando escuchaba este tipo de música, la razón era muy simple, mi madre falleció y ya no tenía otra compañía con quien disfrutar de este tipo de composiciones, cada que me reunía con mis amigos y me tocaba poner algo de música, ellos bromeaban haciendo gestos de quedarse dormidos. Ver sus caras me dejaba bastante claro su aburrimiento.

Dejé la mente en blanco por un momento, luego comencé a mirar a mi alrededor, a mi pequeño departamento. No tenía tantas cosas, sólo lo esencial, por lo que no era muy necesario un espacio tan grande, sobre todo si no tenía a nadie con quien compartirlo. Quizás en un tiempo lograré comprarme una casa, casarme y tener uno o dos hijos, siempre y cuando la situación mejore en unos años.

El agua ya estaba lista, miré el reloj que tengo cerca de mi biblioteca. Eran las seis con tres minutos, me preparé la taza café muy necesaria en aquel momento, puesto que estaba comenzando a hacer mucho frío. Si hubiese vivido en una casa, habría encendido la chimenea. Cuando volví a dirigirme al mismo sillón en el que estaba, antes había puesto la radio, quise dejar de oír la música y para así prestarle más atención a las noticias. Pude escuchar que estaban planeando cortarles el agua a los sectores donde vivían la mayor cantidad de judíos. No entendía cómo podían tener las intenciones de quitarles una necesidad tan principal, cuál era la necesidad de querer matarlos poco a poco, si era tan grande el odio, lo más sencillo pudo haber sido exiliarlos a todos y listo. Aparte de todo aquello, me sorprendía el hecho de pensar que quizás yo era el único soldado que se estaba preocupando por toda esa gente. Un simple soldado que no podría si quiera salvarle la vida a un judío por el simple hecho de que nos matarían a los dos. Me sentí un completo cobarde luego de pensar en eso.

Me dirigí a la casa de mi padrastro a eso de las seis con cuarenta minutos, no tenía ni el más mínimo entusiasmo por visitarlo, pero ahí estaba, sólo cumpliendo órdenes. Cuando llegué, su criada, quien es judía, fue quien me abrió la puerta. Ha estado viviendo en aquella casa desde hace un año, siempre se le veía tan tímida y asustada, que no quiero ni imaginarme qué le habrá hecho mi padrastro, aún así, cada vez que me veía llegar su expresión se hacía más calmada, tal vez tenía en la mente que yo no era igual a él o a cualquier otro soldado. Llegué a pensar que mi rostro generaba cierta confianza, de lo contrario la otra chica judía no se hubiera atrevido a hacerme frente aún sabiendo que su conducta le pudo haber costado la vida. A quién engañaba, aunque me hubiera lanzado una piedra al ojo, no hubiera sido capaz de hacerle algún tipo de daño.

Estoy de tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora