Capítulo 3

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Klein no estaba por ningún lado, por lo que pensé lo peor. ¿Lo mataron? ¡No! No podía ser así, de seguro que se atrasó por algo, eso debió haber pasado, no importaba, le perdonaría esa falta con tal de saber que él siguía con vida.

No sabía qué hacer, pero no quería volver a mi casa, por lo que decidí esperarlo ya sea todo el día, suena estúpido, pero soy capaz de hacerlo, todavía tengo la esperanza de encontrarlo con vida en algún lugar.

Creo que habrán pasado más de diez minutos y él no llegaba, comencé a desesperarme internamente, porque demostrar mi locura al exterior sería arriesgar mi vida a que me mataran, sin embargo, sabía que no iba a aguantar mucho, por lo que decidí ir a buscarlo donde fuese necesario.

Recorrí las calles de Berlín y al ver a tanta gente noté como unas me miraban con cara de asombro, como también con lástima y aquellas que me miraban con odio. No me importó, continué caminando y buscando hasta dar con el pequeño taller de costura de mamá con un gran letrero de madera que decía "CERRADO" cubriendo la puerta de entrada. Me detuve para mirarlo, a su izquierda había una tienda de instrumentos donde no pude evitar fijarme en un hermoso violín cerca de otros instrumentos más, como un piano, una guitarra, una flauta, había más, pero esos eran lo que estaban a la vista. Me acerqué más a esa tienda y lo miré más detalladamente, su hermoso color café barnizado, sus cuatro cuerdas, tan pequeño, pero a la vez sabía que poseía una melodía tan hermosa para quien supiera tocarlo realmente. Me imaginé a mí misma tocándolo en un concierto lleno de otras personas con otros instrumentos, y por alguna razón me tocaba un solo de violín que salía increíblemente bello, que al terminar las personas se paraban de sus asientos sólo para aplaudirme, pero yo sólo miraba a mamá y a papá aplaudiendo orgullosos por su hija. Sin notarlo se me cayó una lágrima que bajó lentamente por mi mejilla y no sé por qué, pero dejé de fantasear para seguir con mi búsqueda, sin embargo, había notado algo muy extraño ¡El violín ya no estaba! Miré con los ojos muy abiertos y noto a un joven de espaldas hacia mí que se lo llevaba al señor de la tienda, por sus características físicas diría que se trataba de Klein, inmediatamente aparté esa idea de mi mente, cómo podría ser él si está perfectamente claro que una de las cosas que tenemos prohibido comprar son instrumentos. Continué mirándolo y también al señor, quien no tengo idea cómo se llama, pero que ya he visto antes, debido a que siempre miraba su tienda cuando iba a visitar a mi mamá a su taller, el mismo señor bastante alto, ya de unos sesenta y cinco años, con poco pelo ya canoso, con anteojos muy gruesos, además de un bigote muy abultado, siempre quise preguntarle si no le gustaría afeitárselo, pero nunca lo hice y dudo que ahora me hiciera caso, con las cosas como van, yo diría que me echaría de su tienda antes de siquiera pisarla.

Aquel señor le estaba haciendo una inscripción al violín, no estoy segura de qué decía, con la vista que tenía desde aquí no podía ver mucho. Luego el joven le da la mano en señal de despedida, el señor le habrá dicho algún tipo de "adiós" con una sonrisa. ¿Pagó o no el violín? Y si fue así ¿cómo no me di cuenta? En ese momento, el joven se da la vuelta. Era Klein, estaba vivo.

Lo esperé fuera de la tienda, cuando salió de ésta me miró asombrado y un poco asustado, pero no dudó un segundo en hablarme.

— ¿Qué haces aquí? — la verdad es que noté cierto grado de alegría por verme, no puedo creerlo yo también estoy tan feliz de verlo, de que lo primero que podría decirle sería, dónde estabas, cómo estás, te quiero, estaba muy preocupada, dónde vives que los soldados no entraron a tu casa... Tantas cosas tenía en mi mente.

— ¿Cómo pudiste comprar un violín? Sabes perfectamente que no podemos comprar ese tipo de cosas. – de todas las otras cosas que pude decirle, me limité a algo así.

— Qué tal si vamos donde habíamos quedado y luego te explico, que te parece, ¡Ah! Y por cierto yo estoy muy bien y ¿tú?

— Perdón, es que fue lo primero que se me ocurrió preguntar. Me alegra que estés bien yo también estoy muy bien, bueno, algo asustada por lo de anoche, pero sí, estoy bien — soné tan nerviosa, qué vergonzoso.

Estoy de tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora