Capítulo 10

38 11 0
                                    

(Narra el teniente Jack Hesse)

Como no pude conciliar el sueño, decidí dar un pequeño paseo por las calles de Berlín, no es que aquello pudiera ayudarme a dormir, nada más quise distraerme de las tantas cosas que estaba pensando, sin embargo, hubo algo de lo que de verdad me estaba preocupando. Era esa chica. Cuando la vi y le hablé, noté lo mucho que se asustó, aunque a los segundos después estaba tan decidida y sin miedo de hablarme, tomando un aire autoritario e inquebrantable. Lo que le dije era cierto, si le contara a alguien lo que pasó, de seguro que me matarían y tratarían de dar con ella. A pesar de que como teniente debía cumplir con mi deber, decidí no hablarles nada al respecto. Si algo llegase a salir a luz, podría decir que quise dar un paseo, lo cual era cierto, y que la encontré caminando por las calles, pero como no traía mi arma, no me había más opción que darle una advertencia. Aquella cuartada habría funcionado, aunque no habría estado de más aquel que dijera que fácilmente pude haberla golpeado. Siendo sincero, con todo lo ocurrido, era imposible que pensara en algo que nos librara a los dos, pienso que debo esperar a que me hablen del tema, ya en ese entonces se me ocurrirá algo mejor que decirles y que de verdad sea convincente.

Que llegasen a descubrir lo que hice, o mejor dicho lo que no hice, fue lo que menos me importaba, sin quererlo, mis pensamientos sólo estaban en aquella chica. Pensaba en si habría más gente igual que ella, que no le tiene miedo a nada. Puede que quizás le tema a algo, mas no me imagino qué podría ser, al fin y al cabo, todos le tienen miedo a algo, incluyéndome.

Di por terminado el paseo, llegué a mi casa y el reloj marcaba las cinco y media de la madrugada, durante mi trayecto no vi ni una sola patrulla o a otros tenientes, lo que me hizo preguntarme sobre qué sucedería si hubiera algún robo o algo peor, nadie podría pedir ayuda. Sin duda alguna, la seguridad en esta ciudad era terrible. Por otro lado, me sentí aliviado de haber sido el único que estaba rondando por las calles, porque aquello sólo me hizo asegurarme que nadie pudo ver a esa chica. El único problema era que, si continuaba saliendo a esas horas y se atrevía a hablarle así a los soldados, su vida no dudaría mucho que digamos. No es algo tendría que importarme, el asunto aquí es que sí lo hace.


Estoy de tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora