Capítulo 8

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(Narra Juliet)

Por fin salí de la casa, me encontraba en la calle, la cual estaba bastante clara gracias a la luz de la luna. Había faros, pero por estos sectores nos cortaban el suministro eléctrico, así que estaban por mera decoración. Anteriormente me molestaba que nos quitaran la luz, sin embargo, en una noche como esta, fue todo un regalo. Se me hizo mucho más sencillo escabullirme por las calles sin sentir el miedo de que alguien pudiera verme. No me fie, aún con lo impaciente que soy, sabía que tenía que ser muy precavida durante todo el trayecto para así evitar que alguien lograse verme caminando sola.

Me hablaba a mí misma diciendo que debía mentalizar cómo iba a llegar al lago evitando cualquier obstáculo que se pudiese presentar. Pensé que, al ser las dos con diez minutos, nadie, ni siquiera los soldados andarían rondando por aquí, de estarlo, era muy probable que estuvieran ebrios o incluso dormidos.

Seguí el camino derecho, hasta que tuve que doblar hacia la izquierda, puesto que ahí estaba el lugar de destino. Quise llegar más rápido, así que simplemente corrí sin importarme quien me oyera. A decir verdad, no corría demasiado rápido, pero hice el intento esta vez, mis ansias por llegar pronto eran tan grandes que me motivaron a ir lo más rápido que pude. Seguí mi camino sin pensar en nada y enfocarme en mantener firme el violín que llevaba bajo mi ropa para que no llegara a caerse y así provocar algún ruido que me hiciera arrepentirme si eso producía algún llamado de atención en las personas.

Del tiempo que corrí, pude oír mi propia respiración, la cual comenzaba a hacerse cada vez más corta, lo que dificultaba la entrada y salida de aire. Mis pies estaban ardiendo a cada paso que daba y para rematar todo, empecé a sudar bastante, pude sentirlo, porque mi espalda estaba húmeda y gotas de sudor caían por mi frente. Quedaban apenas unas cuatro cuadras más y ya estaba hecha un desastre. Pensé que esta no era la mejor forma de llegar a tu primera cita con el chico que te gusta, aunque en momentos así, era lo que menos me importaba, sólo quería llegar a aquel lago. Algo en mí me decía que Klein ya se había aburrido de esperarme y que se fue sin siquiera poder vernos. Sería muy injusto que no me esperase, el día de ayer tuve que esperarlo a él cuanto mucho unos diez minutos para luego salir a buscarlo. Reflexioné el asunto y Klein no podría hacer lo mismo, de seguro que pensó que alguien ya me había atrapado y que ya estaba muerta, haciendo que él se marchara a su casa muy resignado y triste.

No supe cómo, pero corrí con más velocidad que antes, ya quedaba menos del camino, por lo que me sentí aliviada, aún cuando ya estaba exhausta. Estaba más que desesperada por verlo, llegar a aquel lugar y que él al darse cuenta de mi presencia, me reciba con esa hermosa sonrisa suya de la que me enamoré. Que alguien te sonría con sólo verte, debe ser la sensación más maravillosa que alguien pudiera experimentar y con el simple hecho de pensarlo, que me iba a pasar a mí, me hizo seguir mi camino sin importar nada. Tomé más aire, tanto como pude y continué mi camino sin parar por ningún motivo.

Aquella prisa no duró mucho, llegué a mi límite, me arrepentí de no haberme inscrito a alguna clase de la escuela sobre resistencia física, eso me habría ayudado mucho para la situación que estaba atravesando. Me resigné a caminar rápido, sin tener que correr para no agotar lo poco que tenía de energía y resistencia. Cuando bajé la densidad, pude sentir la helada brisa de invierno por toda mi cara, fría, pero a la vez agradable, quizás porque era la única persona en la calle. Las personas estaban durmiendo, la tranquilidad que llenaba el lugar era algo incómoda, porque no sabías lo que podía suceder, sin embargo, me sentí libre, libre porque pude salir de la casa de mis padres sin que se dieran cuenta, libre porque mandé al diablo el toque de queda y salí sin que me importara nada ni nadie. Me sentí alguien rebelde, como cualquier adolescente y eso me hizo sentir que a pesar de todas las restricciones que nos impusieran, aún pude sentirme con la libertad de hacer lo que se me daba la gana. No tenía la menor idea de cuándo podría experimentar esta mezcla de emociones, por lo que traté de disfrutar lo más que pude, para así no olvidarlo jamás.

Estoy de tu LadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora