cinq

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— Sabes que no debes salir sin tu inhalador, Kai. Es peligroso si se presentan este tipo de situaciones.

— Lo lamento.

Soobin observó la mirada afligida que tenía el menor, recibiendo el regaño de la enfermera que parecía conocerlo. El chico masajes a su pecho cada vez que hablaba, y la forma en la que sus ojitos estaban decaídos solo hacia que Soobin si sintiera horrible.

— Prometo no olvidarme nunca más de él, noona —la voz de Kai se escuchaba débil—. Pero no le digas nada a mamá, sabes que se preocupará.

La mujer frunció los labios, pero terminó suspirando mientras le daba una respuesta afirmativa al rubio menor.

— Debes tener la cánula unos cuantos minutos más, regresaré en un ratito —le dijo, y se alejó hacia otra sala de emergencias.

Soobin suspiró, acercándose despacio hacia donde estaba Kai, dispuesto a disculparse y quizás... aprovechar para aclarar las cosas.

— Oye, lo siento mucho —murmuró afligido, entregándole su mochila al menor. Éste negó, con una sonrisa débil, mientras el sonido de la máquina de oxígeno llenaba su conversación—. No sabía que no podías correr, yo... hubiera sido menos tonto. Soy un idiota.

Una pequeña risita hizo que levnatara la mirada, y entonces, se encontró con una bonita caja blanca ajustada con una cinta turquesa y con una pequeñita nota pegada sobre la tapa.

— Ayer te hice unos cupcakes, pero mis primos se los comieron, y tuve que hacerlos de nuevo —contó el chico mientras Soobin tomaba la pequeña cajita—. Mi familia estaba reunida y solo pide utilizar la cocina en la madrugada, por eso me quedé dormido y no revisé si llevaba todo completo —explicó, refiriéndose al hecho de olvidar su medicina—. Igual, los anteriores cupcakes estaban más lindos que estos. Lo siento por eso.

Soobin no podía hacerlo. No podía romperle el corazón a este bonito chico de mejillas sonrosadas.

— No, Kai... yo lo siento. Fui un idiota, desde ayer te he estado causando problemas.

Sería el idiota más grande del universo si le decía a este chico que solo lo estaba utilizando.

— E-Espero que te gusten —dijo el chico, tímido.

— Seguro que sí, deben estar igual de deliciosos que los chocolates —que no recordaba haber comido. Kai sonrió—. Sigo sintiéndome mal por esto que te pasó, es que soy un idiota.

— ¿Por qué debíamos correr?

— E-Es que mis compañeros estaban por allí y no quería que lidiaras con ellos.

La enfermera entró, comenzando a quitarle aquella cánula a Kai y diciéndole algunas cosas antes de informarle que ya podía irse a casa. Soobin tomó la mochila de Kai y la colgó en su hombro, tomando la mano de este unos segundos después.

— Te acompañaré a tu casa.

Era lo mínimo que podía hacer después de haberle causado tanto problema.



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idiota • sookaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora