CAPÍTULO 8

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Alejandra:

–¡Helena, para por favor!–le supliqué de nuevo, pero ella no entendía razones, pues sus dedos seguían entrando y saliendo de mi con más fuerza cada vez.

El sonido de sus dedos friccionando con mi zona íntima inundó la habitación, con ello, se acompañaban mis gemidos.

–Vamos, Ale, correte–me ordenó Helena. Al escuchar sus palabras sentí ese cosquilleo en todo mi cuerpo y me puse bastante nerviosa.
Luego de ello se acercó a mí cuello y comenzó a besarlo apasionadamente mientras seguía masturbandome.

Esta chica no tenía límites.

–He... Helena–gemí mientras sentía que me venía. Mi voz se convirtió en un susurro y dejé que mis piernas descansaran de la tensión que había puesto en ellas al aguantar tanto.

Helena acercó su cabeza hacia mis pechos y comenzó a besarlos y a apretarlos con fuerza. Yo para entonces estaba aún eclipsada por el extasis y no pude poner resistencia. Luego bajó a mi abdomen y acarició mis piernas, invitándome a abrirlas de nuevo.

–He... Helena–apenas pude articular su nombre.

–¿Qué pasa, mi amor?–me preguntó.

–Me duelen las manos de estar atada. ¿Podrías desatarme?–.

–No lo sé, Ale. ¿Y si mejor te mantengo así?–.

Abrí los ojos aún más y me sonrojé. No quería sentirme aún más expuesta de lo que ya me sentía.

–Por... Favor–pedí de nuevo.

–Está bien, te desataré–.

Se acercó a mí y puso su hermoso trasero sobre mis piernas y sentí el calor de su zona íntima sobre mí. Me puse un poco nerviosa al sentirla.  Por lo visto, ella se dio cuenta, pues se acercó a la altura de mi oreja y dijo

–¿Te pone nerviosa que me siente así sobre ti?–sentí su aliento rozandome la oreja y me estremecí. Luego sentí sus labios y sus manos acariciando mi cintura–Verte así de nerviosa me dan ganas de mantenerte así, amarrada para mí. Eres mía, sólo mía, Ale– y se volvió a hundir en mi cuello.

–Ah...–volvi a gemir y mis manos rozaron con las esposas–Helena, por favor, desatame, prometo que no correré y me quedaré en la cama, me duelen horrible las manos–.

Ella seguía lamiendo cada parte de mi cuello y yo ya no podía soportarlo más. Se detuvo y me desató, dejó en la mesilla de noche las esposas y acarició mis manos lastimadas.

–Siento que hayan quedado así, Ale–dijo mientras se llevaba una mano a sus labios justo en la zona lastimada–No quería que terminarán así–depósito un beso en mi muñeca.

–No pasa nada, mi amor. Finalmente yo te pedí que lo hicieras–.

–Está bien, mi amor. Ven, recuestate, amor–.

Hizo que me recostara en la cama y ella se puso sobre mi. Yo no sabía que hacer o a donde mirar, pues su busto voluminoso atraía mi atención. Noté que me miraba intensamente y yo no sabía que hacer.

–Eres preciosa–me dijo ella–Eres realmente preciosa y no quiero dejarte ir nunca–me besó en los labios, apoderándose con sus dientes de mi labio inferior. Me dolió un poco, pero traté de continuar con el beso. Justamente cuando mis manos iban a subir por su espalda ella las detuvo con sus manos, poniéndolas a la altura de mi cabeza–Déjame hacerlo yo, amor. Este día quiero hacerte sentir muchas cosas, quiero que mis caricias terminen de curarte y que te sientas bien conmigo. Eres mía y te amo mucho, Ale–.

Luego de eso, puso su mano en mi cuello, apretandolo con fuerza, dejándome sin respiración. Escuché cómo yo empezaba a emitir sonidos de exitación, pues me gustaba la manera en la que ella me tocaba. Luego de ello, su mano volvió a bajar a mi intimidad, pero no se detuvo en mi vagina, si no que fué más allá.

Metió un dedo y yo me tensé del dolor.

–¿No te gusta?–me preguntó.

–Me duele un poco, Helena–.

–Lo haré despacio para que puedas disfrutar–y con ello, comenzó a dar círculos sobre esa zona para estimularla y que sus dedos pudieran entrar. Me gustaba la sensación, pero también tenía miedo de que me lastimara.

–Relájate, Ale. Haré todo de la forma más suave que puedo y te aseguro que haré que toques las estrellas–dijo mientras se hundía en mi cuello y media su dedo dentro de mí.

Sentía cómo algo apretaba mi cavidad y al principio dolía, pero después sentí esa electricidad en todo mi cuerpo y dejó de molestarme. Ella sabía lo que hacía, pues comenzó a hacerlo lentamente y después iba incrementando sus estocadas. Yo cada vez más me quedaba sin aliento y sin razón. Helena causaba un mar de emociones en mí que no podía pensar con claridad en lo que hacía y sentía. Helena ocupaba mi mente y ahora mi cuerpo. No podía imaginarme cosas más allá de ella.

Arrugué las sábanas de nuestra cama, pues no quería lastimar sus espalda con mis rasguños debido a tanto placer que ella me estaba causando.

–¿Te gusta, Ale?–me preguntó.

–Me gusta mucho, Helena–.

Con ello, sus estocadas fueron aumentando de velocidad, haciendo que me quedara sin aliento. Una y otra vez sentía cómo sus dedos entraban y salían de mi y el placer comenzaba a florecer en mi. No sabía controlar esas emociones por lo que sentía que ella me volvería loca.

–Helena, para, para por favor–le dije.

–No, no quiero parar. Quiero seguir haciéndolo–.

–¡Ah!, ¡Helena!–La tomé de la nuca y le besé la frente. Me gustaba mucho lo que me estaba haciendo.

–Más, Helena. Dame más–le supliqué.

–Lo que tú ordenes, mi amor–sentí cómo giró los dedos dentro de mí, haciendo que las estocadas fueran más profundas y deliciosas. Mi cuerpo estaba cansado y mis piernas aún más, pero no quería que Helena parara. Se sentía de verdad bastante bien.

–Helena, Helena, Helena–dije de nuevo.

Ella aumentó más las estocadas, haciéndome venir de nuevo.

–¡Helena!–me dejé caer sobre la cama y mis piernas dejaron de poner resistencia. Helena habia acabado con todas mis fuerzas y yo ya no podía más.

Vi cómo ella se llevaba los dedos a la boca y yo me moría de pena. Justamente cuando iba a desviar el rostro, Helena me tomó de la barbilla y me obligó a que mirara cómo ella se saboreaba sus dedos.

–Eres deliciosa, Alejandra–dijo mientras sostenía mi barbilla, haciendo que sus labios rozaran con mi oreja–Realmente lo eres y eso me encanta. Eres mía, sólo mía, Ale–.

Realmente me daba miedo que ella me hablara de ese modo. A veces solía ser bastante posesiva y me generaba duda sobre cómo actuaría si alguna otra chica se me llegase a acercar con esas intenciones de cortejo.

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