CAPÍTULO 14

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Mi mente se había quedado en blanco ante semejante propuesta. ¿Casarme yo? Nunca lo había pensado.

Helena estaba perdidamente enamorada de mi desde hacía mucho tiempo, pero yo apenas podía corresponderle tanto amor que ella me tenía. Tuve miedo, miedo de hacerla infeliz y de no poder cumplir sus espectativas cómo su esposa.

Era algo que sin duda me había dejado mucho en que pensar. Y justo ahora que quería darle una respuesta no podía encontrar mi propia voz.

–Alejandra–Helena me miraba interrogante. Se levantó del suelo e hizo qué me sentara en la orilla de la cama–¿Estás bien?–.

Yo seguía sin poder decir nada. Un matrimonio. Un matrimonio qué nunca había esperado. ¿Qué debía hacer?

–Helena... Yo... –las palabras salieron sin que yo lo ordenara. Tenía miedo de equivocarme y cometer una tontería–Yo...–la mirada interrogante y suplicante de Helena me rompió el corazón. No podría defraudarla. Y claro que podía hacerla feliz. No tenía por que dudar, así que opté por terminar de decir las palabras que ella quería escuchar.

–Helena... Yo... Acepto casarme contigo–.

Helena sonrió y sus lágrimas salieron, brotaban cómo cascadas sobre sus mejillas.

–Por un momento creí que me dirías que no, Ale–sonaba aliviada–por un momento creí que me dejarías de lado–.

La abracé. No quería que volviera a llorar nunca.
Helena se había convertido en lo más preciado para mi. Cuando terminamos de abrazarnos, Helena sacó un anillo qué contenía una piedra de amatista. Era un anillo inusual, pero si eso representaba el compromiso que ambas haremos, por mi no había problema.

–Mi piedra favorita es la amatista. Cuando vi este anillo inmediatamente pensé en ti y quise comprarlo para pedirte matrimonio–puso el anillo en mi dedo–desde hoy estamos comprometidas. Pronto pondremos fecha para la boda. Nuestra boda–.

Sonreí. Extrañamente me sentía demasiado feliz.

Tenía muchas ganas de llorar, pero de felicidad.

–No se qué decirte, Helena. Todo esto me tomó por sorpresa–acaricie su mejilla–pero eso no quita que este es uno de los días más felices de mi vida, Helena. Te amo–la besé. Tomé sus mejillas y atraje su rostro hacia mí.

No quería que Helena se me escapara de mi, nunca. Quería que ella fuera la persona con la que siempre estaría.

Ella me tomó de la cintura mientras me recostaba en la cama, ella sobre mi. Le gustaba tener el control en todo momento, era algo que simplemente le exitaba.

–Ponte lo que te compré. Tu segundo regalo–dijo cuando terminó de besarme. Sonreí, me agradaba mucho complacerle.

Me levante de la cama y me puse a revisar el contenido de la segunda caja, desenvolviendo el regalo con sumo cuidado. Cuando logré destaparla encontré un babydoll color rojo de tela transparente. Era completamente hermoso y delicado, pero también daba mucho que desear, pues en la zona del pecho tenía aberturas para cada uno, lo único que lo sujetaba era un pequeño lazo de tela en forma de moño. Lo mismo ocurría en la zona íntima. Era algo incitante.

Helena se colocó detrás de mi mientras yo admiraba el regalo. Sentí su rostro en mi cuello y me dijo.

–¿Te gusta?–su respiración chocaba con mi cuello.

–Es muy lindo. Pero no creo que me quedé bien–.

–Yo te ayudaré a ponértelo, luego te ayudaré a quitártelo–su boca rosaba con mi oreja por lo que sentí de nuevo ese calor tan delicioso en mi. Ese calor que reclamaba la presencia de Helena dentro de mi.

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