CAPÍTULO 11

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-No me puedo levantar, Helena-le dije en cuanto ella se levantó.

-Supongo que entonces tendré que cargarte, ¿verdad?-respondió, se inclinó ante mí y me tomó entre sus brazos. Yo puse mis manos sobre su nuca y descansé en su clavícula.

Se encaminó hacia la cabaña.

-¿Estás bien, Ale?, ¿no te lastimé?-.

-Me duelen las piernas y me duele un poco el cuello. Me mordiste muy fuerte, creí que me comerías viva-.

Ella soltó una carcajada. Me gustaba escucharla reírse así.

-De hecho si, te acabo de comer, ¿no lo ves?, aunque si quieres puedo volver a hacerlo, Ale-.

Sentí cómo me sonrojaba y mis piernas se apretaban entre sí. No quería que me tocará de nuevo, creo que no podría soportarlo después de todo ese placer que ya me había dado.

-Es sólo que de verdad tengo mucho deseo por ti. Me vuelvo loca con cada segundo que paso contigo. Me encanta tenerte aquí, cerca de mi-me apretó contra su pecho y me dio un beso en mi coronilla-No quiero que pienses que solamente te amo por que puedo tener sexo contigo. Te amo y te deseo completamente, y me encanta cuando te como y me encanta ver cómo te entregas a mi-yo no sabía qué decirle. Eran palabras tan profundas que me dejaban sin respuesta.

-Helena... No... No sé qué responderte... -le dije mientras escondía mi rostro entre sus pechos.

-No digas nada, mientras tu me permitas tocarte y amarte, todo lo demás deja de importarme-.

Seguíamos avanzando hacia la cabaña y cuando llegamos ella giró la perilla y abrió la puerta. La cerró con la punta del pie y subimos las escaleras. Después de que abrió la puerta de nuestro cuarto, ella me depositó suavemente en la cama y se recostó a mi lado.

-¿Aún te duele?-me preguntó, acariciando mis piernas.

-Ya no mucho, aunque creo que no podré levantarme-dije mientras desviaba la mirada hacia sus manos. Veía cómo acariciaba mis piernas con sumo cuidado. Algo ocurrió que comencé a sentirme nerviosa por cómo me estaba tocando. Empecé a suspirar y recordé cuando pasamos la primera noche juntas.

Me acariciaba las piernas y pronto estaba sobre mi en el sillón, y luego recordé cuando me besaba el cuello y me ahorcaba. Precisamente antes de eso, ella me había confesado su amor.

Ahora ese tiempo era muy lejano para mí. Ahora ella y yo estábamos juntas, y todo marchaba muy bien. Ella me poseía en cada momento que a ella le diera en gana, me adoraba y me consentía demasiado.

-Te pusiste nerviosa, Ale-su voz ronca me sacó de mis cavilaciones. Rozaba sus labios con mi oreja al hablar y eso me ponía aún más nerviosa.

-Yo... Yo... -no sabía que decirle. Estaba bastante nerviosa, tanto que empecé a acalorarme.

Ella se puso sobre mi, frente a frente y se quitó el pasamontañas. Habían pequeños hilillos de sudor en su rostro, y tenía una mirada completamente ardiente. Una mirada que sólo a mí me pertenecía.

Comenzó a quitarse la playera negra, dejando al descubierto sus senos. Traía un sujetador color rojo que resaltaba aún más la forma de su pecho y lo hacía ver muy atractivo.

Se inclinó hacia mí y nuestros pechos se encontraron, ella comenzó a subir y bajar para hacer una danza erótica con nuestros pechos. El calor en mi estaba creciendo poco a poco y comencé a exitarme.

-He... Helena-dije entre suspiros.

-¿Qué pasa?, ¿te gusta?-me miraba a los ojos fijamente.

-Si... Me... Me gusta-no podía articular bien las palabras, pues estaba sintiéndome muy acalorada.

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