Emily
Llevaba casi 15 minutos sentada frente a él. Él muy... ¡Ah! Ni siquiera había pronunciado una sola palabra. ¡¿Para qué demonios me mando a sentarme de nuevo, si no iba a decirme nada?! ¡Maldición!
Mire el reloj que tenía amarrado a mi muñeca; me quedaba algo suelto. Me comenzaba a desesperar que estaba llegando la hora de tomar mi medicamento, y necesitaba ir por él en mi bolso.
Comencé a mover mis piernas en señal de desesperación. Mi rostro denotaba enojo, enfado, furia; y él tan... relajado. Era la primera vez que lo veía tan relajado y en parte me enojaba.
Alzo su mirada hacia mí unos segundos, y la regreso nuevamente al pedazo de papel.
A la mierda. Me largo de aquí, pensé.
Me puse de pies para marcharme y...
—¿A dónde cree que va, señorita? —pregunto, una vez le di la espalda.
Me giré para encararlo. La incredulidad en mi rostro fue muy evidente.
¿Qué se estaba creyendo?
—Siéntese —ordenó, como siempre.
—Dígame, ¿cuál es su maldito juego? —pregunte indignada. —No estoy para esperar por un despido, cuando claramente, dije que renuncio. Tengo algo más importante que hacer y no es precisamente trabajo, puesto que he dicho y le vuelvo a recalcar que renuncio.
—Y yo no he terminado de hablar con usted. —Soltó tan tranquilo que me daba más coraje.
—No ha terminado, porque ni siquiera ha comenzado a hablar —espeté. —¡Llevo 15 minutos, o mejor dicho, más de 15 minutos sin que pronuncie una sola palabra! Yo no tengo tiempo para perder cuando es algo que ya sé que va a suceder.
—¿Desde cuándo es tan grosera? No le conocía ese lado.
—Fíjese, lo aprendí del mejor —dije con ironía, mientras le mostraba una sonrosa tan falsa, cuando lo que quería era golpearlo. Y era la primera vez que sentí las ganas de golpearlo.
—Basta. Siéntese y hablemos... Tengo algo que ofrecerle. No creo que quiera rechazar esta oportunidad.
—¡Claro! Ofrecerme el despido, y claro que lo acepto —dije alterada. —Ya me cansé de sus gritos, sus jetas, de su grosería, de sus amenazas ridículas; ¡estoy harta!
Lo escuché suspirar de la frustración, acto seguido, se levantó de su lugar y caminando, se detuvo frente a mí. A una distancia prudente, que agradecía, porque de tenerlo cerca, de seguro, con el coraje que tenía, le pegaría. Y ganas no me faltaban. La cara de Dios griego que tenía, quedaría marcada para siempre. Porque de seguro, con la cachetada que tenía ganas de pegarle, seguro la recordaría siempre.
—Le propongo que diseñe la próxima colección. ¿Así o más claro?
Dejo escapar una risilla burlona.
—¿Perdón?
—El diseño que entrego a manos de la señorita Smith, jamás lo había visto en ninguna de las propuestas anteriores de ambos grupos de diseño.
—¿Es en serio? —dije incrédula. —Desde el día uno, me ha humillado cada día. ¿Y tiene el descaro de pedirme tal cosa? Pero hasta hoy... —aseguré —... Hasta hoy llego su maldita humillación. No acepto su propuesta. Suena bien, pero no la acepto. Usted no supo agradecer el gesto que tuve en querer ayudarle, y solo lanzo reclamos. Y no quiero trabajar con alguien que le cuesta agradecer. Me cansé de usted. Critica demasiado a los demás, ¡pero no se ve en un bendito espejo!
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Querido Lee (Versión DongHae)
Roman d'amourEmily es una mujer con un gran sueño, pero sobre todo, y más importante que ello, un gran anhelo personal y con sentido de urgencia. Emily trabaja como la asistente personal del famosísimo DongHae Lee; hijo de la diseñadora de modas, Sandra Lee. S...