Emily
Habían pasado algunos días desde lo sucedido y aún no había ido por mis cosas a la empresa.
Me replanteaba si ir por ellos o pedirle a Moira que me hiciera ese pequeño favor, aunque me tuviera que encontrar con ella en alguna cafetería o simplemente a la salida de la empresa. No estaba como para verle la cara a mi ex jefe.
Llego la hora de mi medicación; así que me senté en el mueble y comencé a leer un libro en lo que la medicación hacía efecto.
Una hora más tarde, me encontraba más relajada. Tanto pensar en ir por mis cosas, me desestabilizaba. Es que ese era el gran don del odioso, desestabilizar a todos.
Estaba caminando por el pasillo hacia mi habitación, cuando el timbre de la puerta sonó. Me di media vuelta y caminé hacia ella. Al abrir, quede sorprendida por la persona que allí afuera se encontraba.
—Señora Lee... — pronuncie sorprendida.
—Hola, señorita Moore, ¿puedo pasar? —preguntó con una sonrisa en su rostro.
—¡Claro! Adelante, pase. —Me hice a un lado para que ella pasase.
Observe como miraba todo lo que había en la sala de estar. Una sonrisa se dibujó en su rostro; sonrisa que no pude descifrar.
—Muy cálido y hogareño, su apartamento —sonreí. —Me recuerda a mis tiempos en el apartamento que tenía cuando estudiaba en la universidad. Muy bonito.
—Gracias.
—¿Vives sola?
—No, no vivo sola. Vivo con una amiga desde la universidad. Somos como si fuéramos hermanas.
—Con razón me resulto muy hogareño. Yo también solía vivir con una amiga de estudio.
Sonreí algo apenada. Y no era precisamente porque mi apartamento me resultara inmundo, sino que me daba pena que una mujer de su clase, estuviera sentada en mi mueble. Mi hogar no me avergonzaba, puesto que lo había conseguido con mucho esfuerzo, pero me apenaba verla en mi apartamento.
Nadie había pisado mi apartamento. Siempre habíamos sido Lina y yo, no tan siquiera sus padres habían venido a visitarla.
—¿Podría preguntarle, con mucho respeto, porque ha decidido visitarme? —pregunte algo confundida.
—Te mentiría si dijera qué pasa de casualidad por el lugar y decidí visitarte. —Era evidente que eso seria mentira. —He venido porque sostuve una conversación con mi hijo. Me ha notificado que has renunciado. Me gustaría saber personalmente, cuáles fueron las razones para hacerlo. No la juzgaré, puesto que mi hijo es algo terco.
—Yo no diría terco... —dije por lo bajo, pero al escuchar su pequeña risilla, me maldije por haberlo dicho.
—Que no te apene lo que has dicho. Tú tienes tu visión y la respeto. —Al menos me tranquilizaba, que mi comentario, no le molestaba en lo absoluto. —¿Me podría comentar que sucedió para que llegara a tomar la desviación de renunciar?
—Pues... En primer lugar, renuncie por motivos a mi salud. Estar en un ambiente de constantes discusiones, no me ayuda en lo absoluto.
—¿Sufres de alguna condición? —Asentí.
—No voy a entrar en detalles de ella, pero sí, tengo una condición que vale más que cualquier cosa.
—Comprendo.
—La realidad es que su hijo derramo la última gota que lleno el vaso. Jamás había tenido el sentimiento de detestar a una persona; y su hijo lo logro. Logro que lo detestara tanto al nivel me hizo explotar. Le dije sus verdades en la cara. Es un irrespetuoso. Un egocéntrico. Le falta empatía. Un mal educado. Le cuesta decir un simple "gracias" o un "buenos días" o "buenas tardes", y ni se diga un "por favor". Todo lo que hace es ordenar de malas. Solo piensa en él y en el dinero que le generamos como empleados; y no soy la única que lo dice. Puede preguntar si lo desea. No tengo necesidad de mentir.
—No tengo por qué hacerlo. Es como si fuera el tema de la empresa diariamente —comentó riendo un poco. —Mi hijo no será el mejor del mundo, pero la realidad es que el cambio mucho después de un terrible suceso —añadió. Su rostro reflejaba tristeza. —Hace algunos años perdí a mi hija en un accidente de auto. A mi hijo, la perdida de su hermana le pego demasiado. Era su hermana melliza. Una niña con grandes metas y deseos. Y todo eso se fue el día que falleció en ese accidente... —Mis ojos se cristalizaron al ver como ella derramaba lágrimas, mientras contaba el suceso. Se me arrugo el corazón. —... Mi niña murió al instante. Murió con tan solo 20 años. Tenía una vida por delante. Era muy talentosa. Tenía la esperanza de que se uniera a mí a la empresa cuando terminara sus estudios. Diseñaba hermoso. Era la compañera perfecta para mí. Para nuestro negocio familiar. Siempre fuimos tres: Leah, Donghae y yo. Fui madre y padre para ambos. Fue muy difícil criarlos. Su padre nunca los quiso, así que me toco sola con ellos... Días después de su entierro. Donghae llego a mí en muy mal estado. Devastado, diría yo. No comprendía por qué se estaba echando la culpa del accidente, pero no fue hasta que me hizo una confesión... Me había confesado que el día antes del accidente, Leah y él habían tenido una discusión porque ella había tomado su auto sin avisarle. Mi hijo era muy celoso con su auto. Ese día, él tenía un examen en la universidad y debido a no tener su auto, no pudo tomarlo. Se pelearon todo el día, hasta que en la noche, Leah le pidió que llevase su auto al mecánico, porque le había sentido algo extraño al auto. Él pensó que solo lo hacía por molestarlo de nuevo y no lo hizo. Según el récord policiaco, los frenos del auto no estaban funcionando, y debido a eso sucedió el accidente. —Se limpió el rostro con un pedazo de papel toalla que había sacado de su cartera. —Lo llevé a terapias. Él tenía que comprender que no había sido su culpa, pero esa culpa siempre se quedó en él. No se ha podido perdonar la perdida de su hermana.
—¿Por qué me cuenta todo esto? — pregunté con melancolía.
—Porque me gustaría que comprendieras que de la manera que está actuando mi hijo, es porque al verte, él recuerda a su hermana. Actúas como ella y, en ti, él ve ese terrible día. Aun así, luego de una charla por lo último que sucedió en el ascensor, note que estaba algo extraño. Le pregunté y me mostró tu diseño. Me contó que renunciaste porque ya no lo soportabas y que había sido un desagradecido. Le ayudaste a un equipo sin que te lo pidiera. Fue un gesto muy bonito de su parte. Ahora, mi hijo se arrepintió de haberte tratado mal y quería remediar todo dándote una nueva oportunidad que tanto deseabas tener desde el día uno que llegaste a la empresa. Y de paso, quede muy asombraba con la propuesta que te hizo. Darte la posibilidad de hacer una colección, es como poner toda su área en tus manos.
—Entonces... ¿Lo del contrato era cierto? —pregunté y noté como su semblante cambio. Denotaba confusión.
—¿De qué contrato me habla?
—Me dijo que perdió el contrato que usted le dio.
—¿Cómo dijo? —cuestiono.
—Pensé que lo sabía.
—No. No me lo comento.
—Lo siento. Creí que tenía conocimiento del asunto.
—No entiendo que tiene mal esa propuesta para irle mal durante estos 3 años —dijo confundida, mientras miraba el suelo.
—¿3 años? —Asintió.
Al cabo de un rato, la señora Lee se marchó. Dejándome con un sabor agridulce.
Una pregunta vagaba por mi cabeza, y que se me hacía imposible dejarla ir.
Decidí buscar que rayos era lo que buscaba aquella agencia de modelos. Porque la empresa Be Sexy era muy reconocida, y no había razones para rechazarla. Si se trataba de fama, ya la tenían con su hijo, pero no.
Algo no cuadraba.
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Nota: Si notan errores de nombres. Recuerden que esta es una adaptación de la historia "Querido Harrison" que estoy actualizando cada sábado. De mi completa autoría.
Si ven los siguientes errores, comenten en la palabra, para saber que tengo que corregir esa parte. Son muchos capítulos y se me pudo haber pasado algunas palabras que tenían que cambiarse.
Las palabras son:
Elian Harrison
Ojos caramelos
Señora Harrison
Todo lo demás, continua igual.
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Querido Lee (Versión DongHae)
RomanceEmily es una mujer con un gran sueño, pero sobre todo, y más importante que ello, un gran anhelo personal y con sentido de urgencia. Emily trabaja como la asistente personal del famosísimo DongHae Lee; hijo de la diseñadora de modas, Sandra Lee. S...