Emily
Me miraba con el ceño fruncido. Y la realidad era que no comprendía el porqué del gesto.
No le estaba pidiendo la gran cosa; además, no era dinero. Si quería que trabajara para él, al menos debía concederme algunas o mejor, todas y cada una de ellas.
—¿Hablas en serio? —pregunto mirándome con incredulidad.
No, idiota, estoy diciéndolo en forma de broma, pensé.
Asentí.
—Muy en serio.
—Déjame entender todo esto... Renuncio. Le di la oportunidad de regresar. Me juro que no regresaría a trabajar para mí. Y ahora me dice que... si regresa ¿debo concederle cada una de estas peticiones? —volví a asentir.
—No le estoy pidiendo dinero. No debería preocuparse tanto.
—Y le agradezco esa parte, pero... ¿No cree que se está pasando de la raya con estas peticiones?
—A ver... Desde el día uno, usted se pasó de la raya conmigo. ¿Por qué no podría hacerlo yo con usted?
—¿Sabía que puedo catalogar esto como un chantaje? No le conocía ese lado, señorita —dijo sonriendo.
Incómoda por la espera, decidí que no continuaría con una conversación que no llegaría a nada.
Tome mi bolso para marcharme, pero antes de que pudiera llegar a la puerta, me detuvo.
—De acuerdo. —Me giré hacia él. —Tendrá lo que quiere.
—¿Todo? —Asintió.
—Todo. —Aseguro. —Si gustas, graba la conversación.
—¿Por qué tendría que hacerlo?
—Para que se asegure de que cumpla mi palabra. —Debía de ser muy tonto para hacerme hacerlo; pero si eso era lo que quería, ¿por qué no hacerlo? Después de todo, eso me beneficiaría a mí—. Digamos que... Puede chantajearme las veces que vea que no estoy cumpliendo con el trato —sonrió como si eso le enorgulleciera.
—Sabe que lo puedo usar en su contra, ¿cierto?
—Si, pero usted no sería capaz. Demasiado correcta como para hacerlo. —En eso tenía toda la razón.
—Bien. Dígame que podrá concederme de todo lo que he pedido.
—Grabe —dijo, como si eso no pudiera afectarle. —Para que me pueda recordar el trato que he hecho.
Saque mi móvil y comencé a grabar su voz. No era necesario documentarlo en formato de video. Con la voz era más que suficiente.
—Listo.
—Bien, comencemos...
En mi lista de peticiones, estaba en primer lugar una oficina. Necesitaba un espacio solo para mí. Donde nadie pudiera estorbar mi momento creativo. Tampoco podía trabajar en áreas donde sé que abrían ruidos o personas cerca hablando o compartiendo chismes todo el día.
Una máquina de coser donde pueda hacer mis primeras piezas para mostrarlas. No presentaría nada sin un modelo.
Trabajar completamente sola en el proyecto. Sería más fácil el trabajo para mí. No tendría que compartir opiniones ni gustos. Después de todo, me lo había pedido a mí. Si tenía otra persona como ayudante, quisiera dar órdenes y opiniones, y yo tenía mi manera de trabajar.
Tener modelos a mi disposición para cuando sea necesario.
Y la más importante de todas era: Paga doble por el estrés que me causaría toda la preparación de la colección. No molestar en ningún momento. No pedir adelanto de nada hasta no tener algo bien planificado.
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Querido Lee (Versión DongHae)
Roman d'amourEmily es una mujer con un gran sueño, pero sobre todo, y más importante que ello, un gran anhelo personal y con sentido de urgencia. Emily trabaja como la asistente personal del famosísimo DongHae Lee; hijo de la diseñadora de modas, Sandra Lee. S...