19. El chico hamburguesa = vergüenza

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—Mamá, ¿en serio tenemos que hacer esto?

—Sí. Ahora deja de moverte —reprocha.

Suspiro, creo que debí haberme negado desde el principio, aunque me siento culpable por lo ocurrido el día de mi cumpleaños. La verdad, desde ese día no he sabido nada de la señora Garam ni de su hija.

—Entonces... ¿Podrías explicarme por qué estamos yendo a la casa de tu amiga, mientras yo uso un traje como este? —me señalo—. Digo, no es que me moleste ir, pero al menos podría hacerlo vistiendo como la gente común, ¿no crees?

Mi progenitora ríe, palmea mis hombros al haber concluido con su labor de acomodarme el traje, y luego me acaricia el cabello con ternura.

—Me siento un poco culpable por lo que sucedió. Además, Garam no se encuentra horita y ha tenido que dejar sola a su hija.

—¿De viaje? —asiente indicándome que tome unas bolsas que contienen contenedores con guarniciones—. ¿Y por qué no la ha llevado con ella?

—Cariño, recuerda que están en clases —señala como si fuera algo obvio—. A ella no le gusta hacer faltar a Hyeonji a la escuela, así que no la llevó. Aunque tampoco podía, ya que el viaje fue por una capacitación exhaustiva que van a tener. Algo así como un seminario para médicos.

—Ya veo.

—Muy bien, es hora de ir.

Intento quejarme para ver si en esta ocasión consigo no salir así a la calle, pero es en vano, mamá está cerrada a la idea de que debo ir así. Como si andar por la calle luciendo un traje de hamburguesa fuera lo más normal del mundo. Eso aplica solamente para quienes trabajan de esa manera y le exigen portar ese tipo de traje, mas no para mí que soy un simple estudiante de preparatoria.

Mientras mi amada progenitora avanza bien tranquila por la calle, a mí la vergüenza me come vivo debido a las miradas risueñas de los transeúntes y algunos vecinos.

—¡Mira, mamá! ¡Esa hamburguesa gigante puede caminar!

Miro al niño que con emoción y asombro me señala con el dedo, su madre que resulta ser la nieta de una de las vecinas al final de la calle, me mira con un gesto que suplica disculpas en su mirar. Niego, demostrándole que no tiene de qué preocuparse puesto que la inocencia de los niños es algo contra lo que no se puede luchar. Impido que mamá se quede hablando con ella —aunque la mujer me es de ayuda también— para evitar una vergüenza más grande y empujo levemente su cuerpo para que continúe avanzando. Doblamos a la izquierda al final de la calle y tres casas más allá llegamos a nuestro destino.

Mi alma de adolescente avergonzado suspira con alivio. Sin importarme nada corro al interior del porche de la viviendo y tocó el timbre del interior, esperando a que la puerta sea abierta pronto.

Escucho un «ya voy» seguido de unas pisadas fuertes.

—Hola, esto es para ti —extiendo la bolsa que traía en la mano y pasando por alto su gesto de sorpresa pregunto por el baño.

—Avanza por el pasillo, es la primera puerta a la derecha.

—Gracias.

Sigo sus indicaciones y cierro la puerta con un poco de fuerza desmedida, escuchando de fondo las risas de mi progenitora y la chica.

—Madre santa, nunca más ayudaré a mamá con nada —le digo a mi reflejo, rojo por la vergüenza—. A quién quiero engañar, siempre termino accediendo a sus peticiones —me lamento por ser tan débil ante mi madre.

Me quito el enorme traje que simboliza una de las comidas chatarras mayor vendidas y mi cuerpo agradece el hacerlo. Estoy un poco sudado en el torso, lo cual me genera molestia e incomodidad; pero es tolerable en comparación a tener que cargar puesto ese ridículo traje.

Unos golpecitos leves en la puerta captan mi atención.

Oppa, tu madre te manda una camisa para que te cambies.

Abro un poco la puerta, lo suficiente para que se vea una hendija por la cual pasar la camiseta; sin embargo, ella o yo, no podría decir con exactitud cuál de los dos, termina tropezando y haciendo que caigamos juntos al interior del baño. Para este punto, debo aclarar, ya me había quitado la camiseta; así que sí, mi piel ha quedado expuesta ante ella.

Tierra, por favor trágame y escúpeme muy lejos de aquí.

Nuestras miradas se cruzan un par de segundos, mismos que son suficientes para que seamos conscientes de la cercanía que estamos teniendo ahora mismo. Sus dedos contra la piel de mi pecho desnudo se sienten calientes y eso provoca que una corriente eléctrica recorra hasta la última parte de mi cuerpo.

Por un segundo, mi mirada desciende hasta quedar sobre esa pequeña parte de su rostro que como nunca antes me resulta tentadora. Un jadeo brota de sus labios y entonces me doy cuenta de lo que ha cruzado por mi mente, pensamientos nada debidamente sanos.

Con torpeza consigo ponernos en pie y con el nerviosismo que aún se apodera de mí le agradezco, empujándola con suavidad fuera del reducido espacio y cerrando la puerta casi al mismo tiempo.

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*Total de palabras: 857.

Les juro que nunca fue mi intención escribir algo así, ni siquiera se me pasó por la cabeza

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Les juro que nunca fue mi intención escribir algo así, ni siquiera se me pasó por la cabeza. El capítulo salió solo, así, sin más. 😭✨️

𝐃𝐄𝐀𝐑 𝐁𝐎𝐘 ━𝐉𝐇𝐒 #EBOxA24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora