12. Algodón de azúcar

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—Entonces...

—Era mi ex —responde antes de que pueda siquiera preguntar.

—Mmmm, ya veo —volteo un poco para ver si sigue ahí y sí, en efecto ahí sigue, acechándonos con la mirada—. No quiero juzgarte ni nada pero, ¿qué rayos le viste?

Generalmente, yo no me dejo llevar por las apariencias. En realidad, soy más de evaluar a alguien según sus hechos, y ese chico solo pudo demostrarme una cosa: es un idiota que no merece la pena ni el tiempo.

—Tu pregunta me juzgó mucho, ¿sabes? —me mira, levanto las manos en señal de disculpa. Para este punto ya vamos cada quien por su lado—. Para no alargar la cosa, al principio era todo un caballero y después sacó a relucir su verdadera personalidad, así que di por finalizada nuestra relación sin pensarlo dos veces —confiesa.

—Esa respuesta deja mucho que pensar.

—Por si te lo preguntas no, no me engañó, pero sí me demostró que es un patán de lo peor.

Medito sus palabras. Supongo que ha de ser alguna especie de bully y, viéndola bien, ella parece ser todo lo contrario; parece más del tipo que apela por la paz.

—En ese caso, has hecho bien.

—Lo sé.

Nos detenemos frente a un carrito de algodón de azúcar después de un rato caminando. Le pregunto si quiere y al obtener una respuesta afirmativa le pido dos al vendedor.

—Gracias —le pago al hombre y extiendo uno en su dirección, cosa que agradece—. No es nada.

En efecto. Mamá me dio dinero más que suficiente y me hizo jurarle que lo gastaría todo en esta salida.

—Entonces, te llamas Jung Hoseok, ¿no?

—Sí, y tú eres... —me detengo, tratando de recordar su nombre, pero este no quiere salir de mi mente a pesar de que siento que conozco la respuesta, sobretodo despues de haber escuchado al que dejamos atrás llamarla—. Perdona, suelo tener muy mala memoria con los nombres.

—No te preocupes, a veces me pasa también —le resta importancia, cero por ciento ofendida—. Me llamo Choi Hyeonji.

—Un gusto —sonrío extendiendo la mano para ella.

—Ahora sí puedo decir lo mismo —ríe, aunque la risa suena nasal, más como un resoplido de incomodidad y nerviosismo.

Entonces recuerdo las condiciones en que nos vimos por primera vez y las ganas de ser un avestruz para hundir la cabeza bajo la tierra vienen a mí en un azote. Al igual que el suyo, mi rostro no tarda en ponerse colorado.

—Cierto. Perdona aquello, por cierto.

Sonríe, esta vez más relajada. Así se ve a simple vista que tiene una sonrisa hermosa.

—También te pido perdón. Ese día estaba un poco alterada —se rasca una mejilla—. Perdona si la pagué contigo.

—No te preocupes, es normal tener días malos.

Nos quedamos en silencio por un segundo. Veo la gente pasar junto a nosotros, otros divirtiéndose alrededor, pero por alguna razón desconocida sólo soy capaz de verla a ella.

—¿Y si subimos a alguna atracción? —habla ella primero, lo cual agradezco.

—Sería... —carraspeo—. Sería buena idea, sí.

—Entonces, vamos.

—Sí, vamos.

Intentando pasar el momento de incomodidad, le ofrezco a ella elegir los juegos, sobretodo porque ahora la cabeza no me da para eso. Solo puedo pensar en lo que acabé de sentir mientras proceso el hecho de que algo raro está sucediendo conmigo.

—Mejor dejo de pensar en eso o terminaré por perder la cabeza.

—Ya tengo los boletos —sonríe.

Pestañeo un par de veces y luego carraspeo, apartando la mirada de ella y pasándola detrás, donde una larga fila nos espera.

—Vamos antes de que se llene más —ofrezco.

Nos colocamos en la larguísima cola y cuando ya estamos subiendo en la atracción, quiero arrancarme la cabeza por recién caer en cuenta de cuál es.

Jesús, Maria y José, apiadense de mi alma, por favor.

Jesús, Maria y José, apiadense de mi alma, por favor

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*Total de palabras: 636.


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𝐃𝐄𝐀𝐑 𝐁𝐎𝐘 ━𝐉𝐇𝐒 #EBOxA24Donde viven las historias. Descúbrelo ahora