Capítulo 52

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—¡Tres! ¡Hoy tengo tres por tu culpa! ¡Porque me apuntaste a un montón de exámenes sabiendo que no iba a decirte que no! –protestó Bellatrix el jueves por la mañana— Y encima Astronomía es por la noche, volveré muy tarde.

—Puedes con eso y mucho más –aseguró Grindelwald—. Además son los últimos, el viernes solo tienes el práctico de Defensa y eso te sale solo.

Bellatrix gruñó enfurruñada y apoyó la cabeza en su pecho, no tenía ningunas ganas de salir de la cama. Pero al final tuvieron que levantarse, desayunar y acudir al Ministerio. "Te veo esta noche, preciosa" se despidió Grindelwald antes de partir por la chimenea. La chica asintió y dos minutos después fue ella. Sin embargo, se vieron antes de lo previsto.

Por la mañana tuvo el examen de Pociones que le salió a la perfección. Seguidamente la parte teórica Transformaciones y después de comer, la parte práctica, que en esa materia era individual. A la hora que le habían asignado acudió al aula indicada.

—Bellatrix Black Rosier –la llamó el examinador consultado un pergamino.

La chica se adelantó y entró en la sala. Había una mesa con las tres personas que componían el tribunal del Ministerio y otra con los tres profesores de Hogwarts que debían supervisar y ejercer de testigos. El resto de la sala estaba vacía a excepción de una mesa con una silla y un espejo.

—Soy Pherp Lloyd, secretario del Tribunal del Ministerio –la informó el mago que la había llamado—, ella es Madame Bones, presidenta del tribunal y a su lado Tiberius Ogden, vicepresidente y experto en Transformaciones. A los representantes de Hogwarts ya los conoce, pero ya sabe que solo están en calidad de testigos, no intervendrán a no ser que se solicite su asistencia.

La chica asintió, eran McGonagall, Sprout y Grindelwald. La tranquilizó y a la vez la puso nerviosa ver ahí a su amante; solo él era capaz de despertar en ella sensaciones tan contradictorias.

—Buenas tardes, Bellatrix –la saludó Madame Bones—. La prueba consistirá en tres ejercicios, si no es capaz de hacerlos, dígalo y pasamos al siguiente, la lista de alumnos por examinar es larga.

Su voz era severa y autoritaria pero también educada, se correspondía con su aspecto: melena castaña con un corte por los hombros, mandíbula cuadrada y monóculo. Debía tener unos cuarenta años. Bellatrix asintió ante su introducción. Sabía que las pruebas individuales apenas duraban diez minutos pues había muchos alumnos. Y realmente no necesitaban más para comprobar si dominaba o no la materia.

—Comencemos entonces. Transforme esa silla en el ser vivo más grande que pueda.

Bellatrix se acercó a la mesa y examinó la silla. Era de madera y de tamaño estándar. Si intentaba convertirla en un animal demasiado grande no habría suficiente material y quedaría incompleto y deforme. Pero transformarlo en algo pequeño era demasiado sencillo, así que debía buscar el punto medio. Tras pensarlo durante un minuto ante las expectantes miradas de los seis magos y brujas, con un gesto de su varita la silla se transformó en un ciervo. El animal profirió un berrido y agitó la cabeza sacudiendo sus astas antes de ponerse a correr en círculos por la habitación.

Madame Bones se ajustó el monóculo sin perder detalle y tras comprobar que el animal no se desvanecía ni tenía ningún defecto, respondió:

—Devuélvalo a su forma anterior.

Sin ningún esfuerzo volvió a convertirlo en una silla. La presidenta del tribunal le pidió al secretario que se levantara.

—Transforme ahora a mi compañero en un animal.

—Eh... —murmuró Bellatrix dudosa— Le dolerá...

Transformar a un humano en animal sin ser animago era verdaderamente doloroso, como si cada hueso de su cuerpo se rompiera y el dolor se prolongaba durante semanas. Por eso casi nadie lo hacía.

El profesor y la mortífagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora