Capítulo 79

135 24 120
                                    

Grindelwald no respondió a la carta de Dumbledore. No tenía nada que decirle y no iba a correr el riesgo de ser rastreado; era imposible, su sistema era infalible, pero conforme el conflicto se acercaba, sus paranoias se acrecentaban. Incluso con Bellatrix estaba más distante. Ella lo achacaba a sus preocupaciones y a que trabajaba casi dieciséis horas diarias. Dormir juntos era el único lujo que se permitía.

Un día a primeros de marzo, apenas había comenzando a asomar el sol, cuando Armin los despertó. El elfo de los Grindelwald jamás molestaba, era incluso más discreto y silencioso que el resto de sus congéneres (quizá porque su amo también lo era), así que verlo ahí no fue buen presagio. De mala gana por la interrupción en su privacidad pero también sorprendido, Grindelwald le preguntó que sucedía. La criatura respondió en alemán y Bellatrix comprendió algunas palabras. Su novio se lo explicó mientras se vestía a toda velocidad.

—Giz está haciendo una llamada urgente por la red flu internacional. Si se arriesga a llamarme con lo vigilada que está ahora esa red, es que es importante.

Bellatrix asintió aturdida, se acababa de despertar de forma abrupta y no le gustaban los sobresaltos a esas horas. En un parpadeo, Grindelwald había abandonado la habitación. Ella se quedó un rato más intentando centrarse. Por lo que sabía, Gizella estaba en Ámsterdam. Al ser una bruja de negocios, tenía también contactos por todo el mundo y siempre disponía de su propia conexión a la red flu internacional. Solía enterarse de las noticias antes que nadie. Por eso Bellatrix supuso que tenía algo que contarles. Y así fue.

Cinco minutos después, Grindelwald salió del salón y se cruzó a Bellatrix que había acudido en su busca. El rostro del mago siempre impasible lucía ahora una mezcla extraña de sentimientos. Se lo resumió a su novia antes de que preguntara:

—Voldemort ha atacado el Ministerio de Magia Británico, ha comenzado su guerra.

Bellatrix abrió los ojos sorprendida. Observó como Grindelwald acomodaba a Antonio en su abrigo, cogía varios trasladores y su capa de viaje y se preparaba para salir.

—¿A dónde vas? ¿Vas a participar? ¡Quiero ir contigo!

—No voy a ir, no es mi batalla. Que se maten entre ellos y eso que me ahorro. Solo busco información. Volveré en cuanto pueda.

Besó a Bellatrix con rapidez y se marchó sin darle tiempo a decir más. Quien sí debió de marchar con él fue Vinda, pues salió apresuradamente pocos minutos después. Bellatrix se quedó sola, todavía sin procesar lo ocurrido y altamente desconcertada.

—¡Armin!

El elfo apareció al momento. Bellatrix le preguntó con lo que sabía de alemán si había alguien más en el castillo y la criatura negó con la cabeza. Abernathy se había marchado un par de días antes a una misión y ahí no residía ningún otro aliado. No supo qué hacer. No tenía trasladores, si necesitase viajar lo haría con escoba o con los dragones, aunque de día resultaba demasiado arriesgado... Debería esperar a la noche. Tampoco estaba segura de a dónde ir, Grindelwald le había asegurado que él no iba a ir a Londres y regresaría pronto.

Como no se le ocurrió qué hacer, pasó el día practicando magia y escribiendo a sus contactos a ver si alguien podía contarle algo. Llegó la noche y nadie había regresado a Nurmengard. Salió de la fortaleza y se dirigió a los bosques donde moraban los dragones. Los observó durante varias horas, eso siempre la tranquilizaba. Ni Saiph ni ningún otro hicieron amago de querer viajar, así que lo tomó como una señal de que no era el momento. Cuando le entró sueño, durmió con ellos como cuando habitaban en los bosques.

Llegó la mañana, volvió al castillo y, a excepción del elfo, seguía desierto. Desayunó y volvió con los dragones. Una pareja acababa de tener crías y siempre venía bien una varita para ayudar a cuidar a los cachorros. Pasó el día muy entretenida con eso, aunque la angustia y la desesperación por no saber lo que estaba sucediendo iban creciendo. Y con ellas, la rabia hacia Grindelwald.

El profesor y la mortífagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora