Capítulo 15

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La clase nocturna del jueves con Grindelwald fue bastante bien. No hubo menciones a Voldemort ni al baile en la Mansión Malfoy, retomaron la cordialidad anterior de forma tácita para evitar la incomodidad. Practicaron la cuerda de fuego de Bellatrix para que le saliera con la suficiente soltura para que el tribunal de los ÉXTASIS creyera que era su hechizo firma. Ambos quedaron satisfechos con el resultado.

Conforme más practicaba, Bellatrix veía que su magia oscura fluía mejor y era incluso más poderosa. Sospechaba que todo ayudaba: las clases privadas, sus propias prácticas, la plata de esfinge del colgante, el anillo de Voldemort que la animaba al recordar la fe que tenía en ella... Grindelwald no manifestó que notara diferencia, así que no tenía claro cuál era la causa más directa. Una noche volviendo de una de sus clases, descubrió demasiado tarde que alguien venía de frente. Le extrañó que el chivatoscopio en su bolsillo no la hubiese alertado de que se acercaba un enemigo. Hasta que vio quién era.

-¡Andy! ¿De dónde vienes a las dos de la mañana?

-¡Bella! –exclamó sobresaltada- Eh... ¿Tú?

-De... de echar un polvo. ¿Y tú? –repitió Bellatrix.

-Ah... -balbuceó Andrómeda ruborizada- De lo mismo.

Ninguna preguntó más. Recorrieron en silencio los pasillos que faltaban hasta su sala común y ahí se despidieron. Bellatrix no se metió al dormitorio porque vio a Eleanor en su sillón favorito. La saludó y se sentó en su regazo como solía hacer al menos dos noches por semana.

-¿Qué tal va todo? –le preguntó.

-Las clases aburridas, como siempre, pero creo que lograré aprobar todo –comentó Eleanor sonriente-. Y con Jasmina muy bien, somos amigas. Lo malo es que tiene unas asignaturas diferentes a las mías... Así que nos vemos solo en las comidas y a veces en la biblioteca, pero aún así es mucho mejor que antes. ¿Tú cómo andas?

-Bien... -murmuró Bellatrix que no tenía ganas de hablar de sí misma- ¿Duermes conmigo?

-¡Por supuesto! Pero no puedo entrar a por mi camisón porque mis compañeras de cuarto estarán ya dormidas...

-Puedo prestarte...

-Tendré que dormir desnuda –suspiró Eleanor.

-Me sucede lo mismo, qué le vamos a hacer –se corrigió Bellatrix.

Ambas rieron y se dirigieron al dormitorio de la morena.

El miércoles sucedió algo extraño. Cuando salían de Trasformaciones para ir a comer, McGonagall le pidió a Bellatrix que se quedase un minuto para revisar su ensayo. A la joven le extrañó, su ensayo estaba perfecto. Supuso que quería regañarla por algo, pero no estaba segura del motivo; no es que no los hubiera, había tenido ya desavenencias con diversos alumnos para inaugurar el año, pero no sabía de cuál se habría enterado McGonagall. Cuando se quedaron solas sacó una nota de su bolsillo y se la entregó.

-Léala aquí –le indicó la subdirectora mientras recogía su escritorio.

Bellatrix obedeció. Eran solo una línea de una caligrafía elegante y puntiaguda:

Querida Bellatrix:

Si no está ocupada, ¿tendrá la bondad de venir a verme a mi despacho después de comer? La espero.

Afectuosamente, Albus Dumbledore.

P.S. Ahora me he aficionado a las bombas de caramelo.

La estudiante lo leyó tres veces sin comprenderlo. ¿Para qué quería verla el director? Eso nunca le había sucedido. La habían llevado alguna vez para dirimir alguna discusión que subió de tono, pero nunca llegó a nada grave. Por otra parte, quedaba claro que no tenía elección por mucho que lo disfrazara de pregunta. ¡Y qué tritones le importaba el dulce que le gustara al director!

El profesor y la mortífagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora