Capítulo 38

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Pese a que la cama era muy cómoda y la compañía más, Bellatrix no conseguía coger el sueño. En aquella suite de lujo de un hotel de Budapest junto a su profesor de Defensa, por fin se sintió plenamente segura y relajada. Deseó poder dormir así todas las noches... Y eso la llevó a pensar en su futuro.

"Un mes y ya está, podremos estar juntos..." empezó a fantasear. Pero se frenó en seco. En cuanto terminara el curso lo que tendría que hacer sería casarse con Rodolphus. Y unirse a los mortífagos. Ambas cosas separaban su camino del de Grindelwald. "Bueno, pero con Rodolphus solo debo aparentar, como dijo Nellie puedo tener a Gellert de amante y..." se interrumpió de nuevo al darse cuenta de lo injusto que era. Grindelwald le había dicho que la quería y que era la primera persona de la que se enamoraba. ¿Le haría soportar ser el segundo, estar para cuando ella se aburriera y permanecer en la sombra? Y aún más improbable: ¿Él aceptaría ese papel de amante ocasional? No. La respuesta a todo era no.

"Pero entonces..." meditó con tristeza. Deseaba estar con él. Empezó a cavilar cómo podría cancelar su compromiso. Sus padres se cabrearían, sin duda, ¿tanto como para expulsarla de la familia? Esa era la cuestión, eso era lo que no quería. Quizá podría conseguir que Voldemort la apoyase, que argumentase que debía centrarse en su posición como mortífaga y no tenía tiempo para matrimonios y apariencias... "Pero eso me sigue dejando con el problema de que a Gellert lo odia, sería una traición si supiese que estoy con él" continuó en su mente.

No había sabido nada de Voldemort tras el fracaso de la misión, aunque solo habían transcurrido un par de días y además era fin de semana. Estaría enfadado e intentado sofocar su ira. ¿Se pondría en contacto con ella, los convocaría para castigarlos? Eso le daba miedo. Igual debía de darle la piedra... Podía esgrimir que la consiguió cuando él se marchó y no tenía forma de contactar con él. Pero, por un lado, era un movimiento arriesgado y, por otro, seguía pensando que no merecía poseerla.

Se revolvió inquieta en la cama, sintiéndose muy sola pese a no estarlo. Tenía demasiados secretos, nadie conocía todos sus problemas ni podía pedir ayuda. Llevaba años deseando terminar el colegio y ahora que por fin sucedía, empezaba a sentir pánico. Alargó el brazo para buscar a Antonio, le relajaba escuchar sus suaves ronquidos. Tanteó el colchón, pero no lo encontró.

—Lo he desalojado hace rato –murmuró Grindelwald con voz de estar también completamente despierto.

—¡Pero no hagas eso! –protestó ella.

Cogió su varita y ejecutó una cuerda de fuego que iluminó la habitación. Localizó a Antonio y le acercó con un accio. El animal pareció muy satisfecho de recuperar su puesto, a Bellatrix le dio la impresión de que miraba a su dueño con expresión burlona. Grindelwald apagó el fuego de mala gana. En la oscuridad, agarró el brazo de la chica y la atrajo hacía sí.

—Si tú tienes una mascota yo también quiero la mía –adujo.

Bellatrix iba a protestar, pero se congratuló porque había sido él quien se había rendido para poder dormir abrazados. Se acomodó junto a su pecho mientras Antonio se acoplaba a su lado. Grindelwald le acarició el pelo y le preguntó por qué no podía dormir.

—Cuando termine el colegio... no sé qué hacer con... con nada –resumió ella.

—¿Qué te gustaría hacer? –preguntó él con suavidad— Si no tuvieses ningún compromiso, ¿qué harías?

Bellatrix lo meditó en silencio. Querría seguir formándose para ser la mejor bruja. Y eso era lo que le ofrecía Voldemort. Aunque claro, si en un par de misiones como la anterior terminaba en Azkaban, poco duraría la diversión...

—Me gustaría aprender más magia... y matar gente. Y no me casaría tan joven.

—No te cases. Me enerva que te obliguen a hacerlo como si ese fuese tu principal valor. Tus padres son demasiado necios como para haber tenido una hija tan brillante...

El profesor y la mortífagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora