Capitulo 5

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Kathia

Me detuve en mitad de la suite, permitiendo que aquella espectacular panorámica de Roma me abofeteara. No tardé en sentir la impotencia aferrándose a mis entrañas. Me temblaban las manos, hacía demasiado frío y la oscuridad poco a poco me engullía.

Valentino cerró la puerta.

Le escuché avanzar, lentamente se acercaba a mí. La turbación se disparó con ferocidad. Lo que iba a suceder en ese momento solo él lo sabía, pero no me hacía falta mirarle para intuir que arrastraba crueldad consigo.

Fue muy estúpido creer que todo terminaría en el evento. Cuando regresé al salón y le vi un tanto desinhibido junto a sus colegas, pensé que me libraría de él, que no sería capaz de mantenerse en pie durante mucho tiempo si continuaba bebiendo de aquella manera. Pero resultó que estaba equivocada y abandonamos el club de campo sabiendo que la mayoría de invitados preferían seguir con la fiesta y que prácticamente estaríamos solos en el hotel.

Cerré los ojos con fuerza al sentir sus manos palpando la cremallera de mi vestido y apreté los dientes.

<<Confía, Kathia... Un poco más. >>, me dije, pero temí que no fuera suficiente. Luchar contra aquello confiando en algo tan abstracto comenzaba a perturbarme. Sabía que si me permitía tener esa clase de pensamientos, por muy fugaces que fueran, de alguna forma, traicionaba la confianza que había depositado en Cristianno y Enrico, pero era casi inevitable.

El frío se intensificó cuando el vestido se deslizó por mi cuerpo y cayó al suelo. Quise llevarme los brazos al pecho y protegerme, pero Valentino no me dejó y aprovechó la maniobra para darme la vuelta y colocarme frente a él.

Me observó con una fascinación corrosiva que fue en crescendo conforme acariciaba mi piel. Fruncí el ceño al toparme con sus ojos verdes. Valentino me deseaba y esa emoción era demasiado radical.

—Dios mío... —susurró jugando con la goma de mi ropa interior—. Haces que me sienta hambriento.

Tuve un escalofrío al tiempo en que tragaba saliva. Sus dedos me estaban quemando la piel. Por suerte no duró demasiado. Se apartó un poco, se quitó la chaqueta de su esmoquin y se descalzó. Se movía torpe, inestable, lo que me produjo un latigazo; tal vez si echaba a correr, no sería capaz de alcanzarme. Y casi me convencí de ello, pero sus movimientos me lo impidieron. Puede que estuviera demasiado ebrio, pero su fuerza continuaba siendo la misma. Lo supe en cuanto capturó mi rostro entre sus manos.

Esperó, me intimidó dejando que el tiempo se convirtiera en una losa y desquiciara mi miedo. Él sabía bien lo asustada que estaba y jugó con ello.

Hasta que me besó con rudeza. El sabor amargo de la mezcla de alcohol que habitaba en su aliento por poco me asfixia. Su lengua me obligó a abrir la boca mientras su cuerpo me empujaba y me acorralaba contra la pared. Intenté resistirme, forcejeé tirando de su camisa, empujando sus hombros, esquivando sus besos. Todo su cuerpo me reclamaba, lo notaba pegado a mí, y me hería. La obstinación solo me regalaría más dolor.

De pronto Valentino perdió el equilibrio y comenzó a toser. Aproveché para intentar alejarme, pero lo evitó cogiéndome del cuello.

—Has bebido de más, Valentino —protesté intentando apelar con calma a su sentido común, si es que alguna vez lo había tenido—. No creo que sea buena idea...

Me puso un dedo en los labios y apoyó su frente en la mía. Apreté los ojos aferrándome con fuerza al brazo con el que me apresaba.

—Eso lo hará todo mucho más interesante —balbuceó.

5. MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora