Capitulo 13

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Cristianno

Para cuando mis pies tocaron suelo japonés, ya me había dado cuenta de que algo no funcionaba. De que se avecinaba una gran tormenta. Pero las expectativas humanas a veces no nos permitían asimilar con objetividad lo que realmente podía pasar. Algo de mí insistía en mantener una esperanza que mi sentido común se había encargado de pisotear con violencia en cuanto eché un vistazo a la terminal del aeropuerto.

Ken Takahashi ya había salido de su coche y esperaba junto a él con las manos cruzadas sobre el regazo sabiendo que una decena de sus hombres nos custodiaban. Como había acordado conmigo, el helicóptero nos esperaba y todo estaba perfectamente preparado, pero me impresionó que pareciera tan confundido.

Por un instante me pasmé. Apenas fui consciente de nada y nadie a mi alrededor, como si una capa de niebla lo sepultara todo. Mi mente se quedó completamente en blanco. No había ido hasta Japón para darme un paseo, todo tenía un sentido y había llegado el momento de regocijarse en él. Pero, de pronto, nada de aquello parecía importar. Porque Ken no se atrevía a mirarme a la cara. Y yo no dejaba de buscar a mi primo.

—Señorita Materazzi, un placer conocerla al fin. —

Nuestro socio nipón cogió la mano de Kathia con suma delicadeza y la besó mientras ella le observaba fascinada. Disimulaba bien, sabía que yo le estaba analizando cada vez con más frustración y, sin embargo, aguantó el tipo—. Soy Ken Takahashi, un buen amigo de Fabio Gabbana y tu novio.

—Es muy amable, señor Takahashi —dijo Kathia con una bonita sonrisa en la boca. Ella no sospechaba la cantidad de mierda que se me estaba pasando por la cabeza. De momento—. Para mí también es un placer.

—Pero, por favor, tutéame. —Fin de la cordialidad. Ken me miró—. Cristianno. Y entonces lo supe. Mauro jamás había puesto un pie en Japón.

—¿Dónde está mi primo? ¿Y Sarah?

—¿Qué? —Me miró Kathia, completamente encandilada. Me hirió que sonriera y les buscara—.

¿Ellos están aquí?

—No lo sé —dije sin apartar la vista de Ken. Este cogió aire y se preparó para hablar.

—Esperé que aparecieran con vosotros —admitió dándole voz a mis peores temores—. Estuve horas esperando, pero nunca llegaron. —Para cuando terminó de confesar yo ya me había llevado las manos a la cabeza y me alejé unos pasos de ellos.

Poco a poco... No, no fue así. Abrumadoramente rápido sentí como una retorcida ansiedad se expandía por mi cuerpo.

—¡JODER! —Chillé golpeando el capó del coche. Hinqué los codos en él y apoyé la cabeza cabizbaja entre las manos—. Maldita sea...

—Cristianno... —murmuró Kathia tras de mí, acariciando mi espalda. De no haber estado ella, quizá habría perdido la razón mucho más rápido. La miré de soslayo—. Si no me dices qué demonios está pasando, yo...

—Sarah y Mauro cogieron un jet privado la madrugada del viernes —dije de pronto, sin pensármelo demasiado. El japonés nos observaba apesadumbrado. Él no había sabido qué pensar hasta verme—. Se suponía que ellos y Ken lo prepararían todo.

—¿Qué es todo? —Preguntó.

—Así no es como deberías haberlo descubierto, Kathia. —Joder... todo se iba a la mierda. Ella me cogió de los hombros y me obligó a incorporarme y mirarla de frente.

—¿Crees que eso me importa ahora? Háblame. —Casi suplicó. Y miré al cielo temiendo no volver a ver a mi primo.

—"Quiero casarme en Japón..." —Era mi voz la que comenzó a susurrar y la que le produjo aquel extraordinario escalofrío a Kathia—. "Bajo un manto de estrellas y la luz de la luna..." —Cerré los ojos al tiempo en que mi pulso se ralentizaba. Sabía que Kathia me observaba estupefacta porque estaba repitiendo exactamente las misma palabras que ella había dicho hacía unos meses—. "Me esperarás en un puente forrado de pétalos e iluminado con velas, con el río fluyendo tranquilo bajo nuestros pies..." —Abrí los ojos y descubrí los suyos enrojecidos y humedecidos—. ¿Lo recuerdas?

5. MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora