capitulo 44

118 7 0
                                    

Mauro

Creo que aquella fue la primera vez que hice el amor con alguien con el que había sentido que incluso me temblaban las piernas. Y no, no se debía a que mi estado físico fuera mejor o peor, sino al hecho de haber compartido un momento realmente profundo e intenso con la otra persona. Verdaderamente único.

Nos habíamos fundido el uno con el otro de un modo que jamás había experimentado. Nos habíamos tocado como si nos creyéramos capaces de colarnos bajo la piel y nos habíamos susurrado al oído decenas de palabras. De haber podido, de haber sabido que gozábamos de una intimidad plena y que no estábamos rodeados de incertidumbre, me habría pasado el día entero entre los muslos de Giovanna, hasta que me dolieran los párpados.

Pero ella, con una sonrisa cómplice en los labios, se fue porque era mucho más capaz que yo de controlar todo aquel frenesí. Y yo ignoré el escozor de mis heridas y me planté bajo el agua de mi ducha.

Al principio había temblado y soportado el dolorcillo punzante e incómodo, pero con el tiempo me agradó la sensación y noté que lentamente volvía el Mauro de siempre, que todos aquellos días apenas habían calado en mí. Excepto si pensaba en mi padre...

Pudiendo ser consciente de todo lo vivido y descubierto, ya que mi organismo lentamente eliminaba los narcóticos que me había proporcionado, la verdad ahora era un poco más penetrante. Yo, hijo de Fabio Gabbana... Todavía me parecía impensable. Todavía no podía creer que, aunque esa fuera la verdad, Alessio hubiera estado toda mi vida fingiendo ser quien no era, para después traicionar de la forma más infame y detestable.

Enterré la cara entre mis manos, varias gotas de agua se me colaron por la nariz. Me desquiciaba sentir aquella presión. Pero no pudo descontrolarse, escuché un ruido tras de mí. No vi nada al echar una ojeada, quizás había sido un acto reflejo de mis propios instintos. Tal vez ellos no querían que pensara demasiado porque aún no estaba preparado.

Por eso seguí con la ducha y apoyé los brazos en la pared. Hasta que de pronto la puerta se abrió y vi a Alex portar un cubo entre las manos. Al principio siquiera me dio tiempo a pensar, pero cuando sentí el agua helada que contenía aquel recipiente resbalando por mi cuerpo me cagué en sus ancestros en todos los putos idiomas que existían. A Alex y a mi puñetero primo (sí, él curiosamente también estaba allí y de alguna manera había participado) les pareció tan gracioso que comenzaron a descojonarse de la risa incrementando mi frustración. Y frío.

—¡¿Eres gilipollas o qué?! —grité, con una vocecita más típica de una adolescente fervorosa en pleno concierto de Justin Bieber, mientras alcanzaba una toalla haciendo malabarismo para no partirme la crisma.

Así eran mis queridos compañeros, toda amabilidad y comprensión. Aprovechando cualquier descuido para extender su bondadosas manos y ayudar. ¡Malditos cabrones!

—¡Pero qué tenemos ahí! —Exclamó Alex al tiempo en que yo me encogía de piernas para tapar mis partes pudendas porque, por alguna extraña razón, mi puto sistema locomotor no era capaz de taparse con la toalla—. ¡Parece un garbancito!

Más carcajadas. ¿Y qué quería? ¿Qué la tuviera como un puñetero bate de béisbol? ¡Joder, me acababa de echar un cubo de agua fría!

—¡Iros a la mierda! ¡Capullos! —Continué gritando, ahora ya cubierto con la toalla—. Uno no puede estar tranquilo ni un segundo, joder. —Salí del baño empujando a Cristianno con el hombro.

Incomprensiblemente, solté una risilla. La verdad es que habría sido una broma que yo mismo habría hecho de haber estado en el lugar de mi amigo, ellos ya sabían cómo era. Y supongo que me molestaba que no se me hubiera ocurrido a mí antes. Aunque no estaba de más apuntársela.

5. MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora