capitulo 53

101 5 0
                                    

Mauro

La reacción de Enrico nos dejó completamente impresionados. Él no era de la clase de hombres que actuaban por impulsos, apenas le había visto dejarse llevar. Pero, claro, en una situación como aquella, una respuesta premeditaba podía hacernos terminar con un tiro en la maldita cabeza. Y esa lección la teníamos bien aprendida.

Por eso no perdimos el tiempo e incluso nos permitimos bromear.

—¡Enrico se ha pasado al bando de los suicidas! —gritó Alex provocando las carcajadas de Thiago. Gesto que se contradijo con su forma violenta de disparar.

—¡Cierra el pico y corre, capullo! —clamó Diego dándole una patada en el culo.

Terminamos de bajar las escaleras. Thiago, Alex y yo cubrimos la pasarela para que los demás corrieran hacia las puertas y el resto de agentes que había en la zona les diera tiempo a comprender lo que pretendíamos. Enseguida se rearmaron y decidieron cubrir la oleada de tiros que seguramente nos esperaría a la salida.

Empezamos a retroceder cuando de pronto sentí la humedad de la brisa y el fuerte aroma a pólvora que arrastraba. El indicativo perfecto para saber que estábamos empezando a salir al exterior. Desvié la vista al tiempo de ver varios de nuestros furgones tomando la Via Francesco Crispi.

Sonreí descargando mi cargador con energía.

—¡Tenemos compañía! —grité orgulloso de la llegada de refuerzos. Eso nos iba a dar un respiro y también nos proporcionaba la pequeña ventaja que necesitaba para administrarle el inhibidor a Cristianno y llevármelo a Prima Porta.

—¡Reagrupación! ¡Vamos, vamos, moveos! —indicó Thiago. Y eché a correr hacia Cristianno.

Tiré de su brazo impidiéndole que pudiera continuar disparando y le obligué a correr tras de mí hacia los furgones. Alex se encargó de proporcionarnos la cobertura perfecta siguiéndonos de cerca.

Empujé a Cristianno contra la carrocería y me palpé en los bolsillos antes de coger la jeringa mientras él me observaba confundido.

—Tengo que inyectarte el inhibidor. —Fue un pensamiento dicho en voz alta. Tenía la adrenalina completamente disparada.

—¿Qué coño es eso? —preguntó Cristianno, frunciendo el ceño.

—Ralentiza los efectos de la escopolamina —añadió Alex—. Nos dará tiempo mientras te llevamos a Prima Porta.

Comentario que cambió el gesto confuso de mi primo a una expresión enfurecida. No me lo iba a poner fácil.

—No pienso largarme. —Ya había imaginado que diría eso.

—¡Cristianno, escúchame...!

—¡No, escúchame tú a mí! —Me interrumpió señalándome con el dedo—. ¡No voy a irme sin Kathia, ¿entiendes?! —Su manera de gritar me estremeció.

—Yo me encargaré de ella —le aseguré. Porque realmente iba a hacer lo que fuera por salvarla.

Pero a Cristianno no le importaban mis promesas y me empujó cuando traté de cogerle.

La jeringa rebotó en el suelo.

—¡Suéltame! —gritó antes de comenzar a caminar en dirección a la reyerta.

—Me cago en la puta. —Un gruñido entre dientes. Cogí la inyección y miré a mi amigo—. ¡Alex!

Él asintió con la cabeza. Y después se lanzó a por Cristianno cogiéndole de la cintura mientras yo abría la puerta del furgón. Lo lanzó dentro al tiempo en que le hincaba la aguja en el vientre y derramaba el contenido dentro de su organismo.

5. MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora