capitulo 50

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Sarah

Todo comenzó con una luz roja seguida de un fuerte sonido de alarma que inundó hasta el último rincón de aquel búnker. Al principio no tenía ni idea de hacia dónde mirar o cómo reaccionar, ni siquiera era capaz de asimilar que algo malo estaba ocurriendo. Y no era la única que sufrió el mismo desconcierto.

Miré a las chicas sin saber que ellas ya me estarían observando de antes. Habíamos estado tranquilas; Giovanna y Daniela comentando trivialidades sobre la adolescencia, haciéndome pensar lo insólito que era que en el pasado se hubieran odiado; Ying, sin dejar de tocarse las puntas de su media melena recién cortada mientras las observaba con una sonrisilla tímida en los labios.

Quizás, a causa de esa tranquilidad, nos pusimos tan nerviosas.

Me levanté de un salto del sofá e fui hacia la puerta al ver una docena de guardias correr por el pasillo en dirección a la sala principal. Debía preguntar, descubrir que pasaba. Porque mi corazón no dejaba de pensar en que el padre de mi hijo podía estar en peligro.

Pero escuché un escalofriante jadeó cargado de terror tras de mí. Al mirar, Ying se había acuclillado en una de las esquinas de la habitación y se había llevado las manos a las orejas como queriendo esconderse de todo lo que estaba pasando. Las trazas de luz roja parpadeaban sobre su piel dándome la impresión de que se desangraba con celeridad.

—Ying... ¡Tranquila! —dijo Giovanna mientras Daniela intentaba acercarse a ella. Pero la joven china ya no pensaba con objeción. Todos los temores por los que había pasado mientras estuvo encerrada salieron a flote, atormentándola.

Me acerqué rauda y me acuclillé frente a ella intentando encontrar su mirada. Al menos me dejó tocarla, pero no sirvió de mucho. Ying se había perdido en algún rincón de sus recuerdos más aterradores.

—Cariño, tienes que mirarme... Vamos. —Pero no logré respuesta. Ella continuaba balanceándose y murmurando palabras en su idioma natal.

De pronto escuché unos pasos. Eran precipitados, sonaban desquiciados. Hasta que se detuvieron. Para cuando miré, Valerio ya estaba muy cerca de mí. Al parecer, su primera intención había sido ir al meollo, cuando de pronto nos había visto.

Me aparté de Ying por pura inercia al ver que el Gabbana se concentraba en ella antes de agacharse.

—¿Ying? —Habló, susurrante. Y, de una forma fascinante, la joven, le miró. Se detuvieron sus temblores, sus dedos se destensaron. Fue como si la voz de Valerio le hiciera regresar.

No se dijeron nada más. Él, porque sabía que Ying no le entendería del todo; ella, porque demostró que en su interior sentía una extraña y confusa debilidad por aquel hombre.

Súbitamente, la joven china levantó una mano. La acercó al pecho de Valerio y la colocó sobre su corazón. Él se quedó muy quieto, sin apartar la vista de ella ni un instante. Hasta que acercó sus dedos y los apoyó sobre los suyos. Entonces Ying suspiró, cerrando los ojos. Y Valerio decidió mirarme a mí.

La alarma seguía sonando, la luz comenzaba a pasarnos factura en la visión. El caos, no había hecho más que empezar. Lo supe al ver las pupilas temblorosas del Gabbana. Y no pude evitar empezar a llorar.

—No dejes que le pase nada. Por favor... —le supliqué refiriéndome a Enrico, y me di cuenta de

que Daniela no pudo aguantar la presión y se desplomó en el suelo enterrando su rostro entre las manos.

Ella tenía experiencia en la mafia. No de forma activa, pero no le sorprendía su funcionamiento. Por eso supo que no podría evitar lo que fuera que iba a suceder, ni que tampoco podría detener a Alex si decidía marchar.

5. MafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora