Capitulo quince

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Angélica

—Gio quiere verte— oigo la voz suplicante de Paolo atreves de la puerta de mi habitación pero lo ignoro. Esta es la cuarta vez en el día que ha venido a molestarme tocando la puerta de mi habitación para decirme que Gio me necesita. Pero no le he abierto la puerta en ninguna ocasión solo me coloco mis audífonos y escucho música.

Vale. No voy a negar que me haya sentido la tentación de abrir la puerta e ir a la oficina de Gio a ver qué demonios quiere. Pero claro, esto no porque me interese alguna mierda que quiera decirme. Todo lo contrario, lo haría porque siento lastima de Paolo que ahora ha quedado en el medio de mis discusiones con Giovanni.

Pero preferir seguir con mi huelga.

Hace aproximadamente una semana me di cuenta que mi vida era una mentira, todo lo que creía ser era una farsa. Lo peor es que todos se dieron cuenta de la mentira conmigo, Giovanni no espero mucho para dar a conocer que no era hija de Leonardo. Todos se enteraron desde los soldados hasta los altos funcionarios de la familia. Todos se enteraron que ocupaba un puesto que no me correspondía. Por supuesto esto desencadeno una serie de eventos que quiero olvidar, como por ejemplo las miradas que me daban todos lo que estaban cerca de mí. Sobre todo los soldados, pude ver la lastima en sus ojos. Todos pensaron que Giovanni me mataría al enterarse de la verdad, porque ya no era valiosa, no tenía ningún propósito.

La guinda del pastel fue cuando me quitaron el apellido Moretti aunque admito que esto fue por mi petición. Las miradas y los susurros indirectos aumentaron a mi alrededor, me refugie en Mónica que a pesar de no saber de este mundo y de que me reusara a contarle lo que sucedía al principio fue la única persona que tuvo la valentía de ayudarme y consolarme en estos momentos.

Creo que lo más loco fue cuando después de unos días se anunció mi compromiso, sobre todo por la fecha tan absurda y apresurada. Nadie podía creer que Giovanni estuviera dispuesto a casarse conmigo y menos en tan poco tiempo.

En fin mi vida dio un cambio de ciento ochenta grados. Quien diría que en menos de una semana pudiera lidiar con una montaña rusa de emociones. Era demasiado, pero no estaba dispuesta actuar como si nada y aparentar algo que no era. Es por eso que me negué a salir de mi habitación, solo lo hacía para comer o si quería salir con Mónica, por esto me encargue de evitar lo más posible a Giovanni Moretti.

Paolo había dejado de tocar la puerta y de llamarme para que saliera. Lo considere un pequeño triunfo esto antes de que escuche la pequeña discusión que se estaba armando en frente de mi puerta. Me quite los audífonos para escuchar mejor.

—Gio no quiere verte no creo que sea buena idea que la presiones— rodee los ojos al enterarme que Giovanni estaba aquí.

—Me importa una mierda— gruño Gio y pude escuchar como tocaba mi puerta con desesperación como si quisiera derribarla— Abre la maldita puerta Angélica o a menos que quieras que la tire.

Su amenaza no hizo que me asustara. Todo los contrario ni siquiera me moví de mi lugar hasta que escuche la advertencia de Paolo aléjate de la puerta. En solo un segundo la puerta estaba en el suelo. Un furioso Giovanni entro en la habitación, tenía puesto su traje de tres piezas de Armani, su mirada era de furia y combinado con su traje negro lo hacía lucir muy intimidante, el único color que tenía puesto en su vestuario caro era su reloj Mollerato de oro.

Acostumbraba a usar trajes. Pero sabía que solo se arreglaba de esa forma tan especial cuando estaba en una reunión con sus otros socios y miembros de alto rango de la famiglia. Solo su presencia podía hacer que muchos hombres se pusieran de rodillas, lástima que eso ya no funciona conmigo.

—Espero que le digas a uno de tus soldados que coloque la puerta como estaba— dije levantándome de la cama para colocarme al frente de él. Mi mirada en sus ojos. Puede que todavía le temiera pero segura como el infierno que no se lo demostraría.

El Ángel de la mafiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora