Capítulo 3:El reino de los elfos

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Dedicado a Im_Vale_

Y así, un grupito formado por nuestros anteriores protagonistas(Bakugo, Iida, Mei, Ochako, Sero, Mina, Monoma, Denki, Kiri, Momo y Jiro) más Eri, Kota y Hawks se encaminaron a la aventura. El rey Enji y su compañero Hawks tenían una conexión telepática, por lo que el rey podía comunicarse cuando quiesiera con el chico alado.

Se dirigieron al reino de los elfos, a contactar con Tamaki y entregarle la carta del rey Enji. Eri tenía una sonrisa en su rostro, ya que podría ver a alguien conocido.

Al llegar delante de la puerta de palacio, una chica de cabellos azules salió al exterior.

—¡Nejire chan!—gritó Eri mientras alzaba sus brazos y abrazaba a la peliazul—.

Ésta se sobresaltó, pero abrazó a Eri de igual manera.

—Hace mucho tiempo que no nos vemos, ¿eh, pequeña?—dijo Nejire—¿Qué haces aquí?

—Tengo una misión que realizar, y para ello, necesito ver a Tamaki.—informó Eri—.

Nejire miró a los acompañantes de Eri y después miró de nuevo a la niña, asinitiendo. La tomó de la mano, y les hizo una señal a los demás para que la siguieran. Llegaron a una sala bastante amplia, la sala del trono. En ella, sentado en un trono "excavado" en un roble, un chico de cabellos entre negro y azul conversaba alegremente con un chico de cabellos amarillos como los girasoles. El peliazul estaba sentado en el regazo del rubio, quien jugaba con el pelo del contrario.

El hada carraspeó para llamar la atención de ambos. El peliazul se bajó del regazo del rubio con vergüenza en su rostro, el cual estaba tan rojo como los cabellos de Kirishima.

—¿Qué ocurre, Nejire?-dijo el rubio mientras se ponía en pie—.

—¡Mirio!—la niña corrió donde estaba el rubio y saltó a su cuello, abrazándole—.

—¡Eri chan! ¡Qué alegría verte!—Mirio abrazó a Eri mientras ella reía risueña—.

—Mirio, estamos en una misión para despertar al príncipe Shoto y salvar a Deku-kun y a la princesa Kendo—dijo Eri, separándose del abrazo—. Para ayudar a Kendo, necesitamos la ayuda de un elfo—la niña miró a Tamaki, quien alzó la cabeza al escuchar lo último—.

—¿Queréis ir al Fin del Mundo?—dijo Tamaki—¿Estáis locos? ¡Nadie ha vuelto vivo de allí! ¡No pienso ir!—el elfo se cruzó de brazos—.

—Si somos guiados por ti, seguro que volveremos sanos y salvos, Tamaki—dijo Mirio mientras sonreía, lo que provocó que Tamaki enrojeciera de nuevo y apoyase su frente contra una pared—.

—Volveremos, ¿eh? ¿Tú también piensas ir, Mirio?—Tamaki dijo esas palabras en un murmullo triste—.

—Debo ayudar a Eri-chan, Tamaki. Me necesitan—el guerrero rubio se acercó al rey peliazul—. Te prometo que volveré sin un rasguño, y que volveré contigo.

—¡¡No me vale que me prometas nada si luego volverás como la última vez, moribundo, empapado por tu propia sangre!!—Tamaki se dio la vuelta, y todos pudieron ver el miedo y el enfado en sus ojos—. ¿Qué pasa si no puedes mantener tu promesa? ¿Que ocurrirá si tus compañeros llevan tu cuerpo sin vida en brazos hasta los míos? ¡No quiero que mueras, Mirio!—Tamaki comenzó a sollozar—. ¡Tuve mucho miedo la última vez, pensé que no sobrevivirías! ¡¿Sabes la angustia que pasé cuando estuviste en coma dos semanas enteras?! ¡No quiero que vuelva a suceder! ¡Te amo demasiado como para dejar que vayas a esa misión y mueras!—la voz de Tamaki se ahogó en su incontrolable llanto, y cayó de rodillas al suelo, tapando su rostro con sus manos—.

Mirio se agachó junto a él y lo abrazó con fuerza.

—Siento haberte provocado tanto dolor, Tamaki—Mirio habló con suavidad para tranquilizar al elfo peliazul—. Y créeme, no marcharía a esa misión de no ser porque debo hacerlo. Juré que protegería y ayudaría a Eri cada vez que la ocasión se hiciera presente. No puedo faltar a mi juramento—Mirio se separó un poco de Tamaki, y lo tomó por los hombros—. Debo ir con ella. Pero esta vez, te prometo volver sano y salvo, ¿de acuerdo?—Mirio esbozó una sonrisa sincera mientras limpiaba las lágrimas de Tamaki, quien asintió con la cabeza—.

El elfo abrazó de nuevo a Mirio, y alzó la cabeza para mirar a Nejire.

—Hado, ¿puedes hacerte cargo de mi reino mientras no esté?—dijo Tamaki—.

—¿Mientras no estés?—dijo el hada—. Eso quiere decir que...

—¿...vendrás con nosotros?—terminó Eri mientras ofrecía una sonrisa de entusiasmo—.

—Así me ocuparé personalmente que el señor "limón" no se acerque mucho a las cosas peligrosas—el elfo tomó a Mirio de las mejillas y las estiró levemente—.

Tamaki se levantó del suelo junto a Mirio y dijo:

—Debido a este pequeño asunto no he podido ofreceros nada, estimados huéspedes. Hado, ¿podrías acompañarles al comedor real? Me reuniré con vosotros en breve—el hada asintió, tomó de la mano a Eri y guió a los visitantes al comedor—.

Mirio miró a Tamaki, se sonrojó y se acercó a él.

—¿Sabes que hace unos minutos dijiste que me amabas por primera vez en todo este tiempo?—Mirio posó su mano en el hombro de Tamaki, rodeando su espalda con su brazo—.

—¿A-Ah, sí?—Tamaki se sonrojó y apoyó su cabeza en el pecho de Mirio—. Dios, qué vergüenza...

Mirio rió ante la reacción de Tamaki y acarició su cabello.

—Yo también te quiero, "Suneater"—besó con delicadeza la frente de Tamaki—.

El peliazul sonrió ante el mote que Mirio le puso hacía unos años, cuando eran más jóvenes. Tomó de nuevo a Mirio de las mejillas y besó rápidamente sus labios.

—No nos demoremos. No debemos hacer esperar a los invitados—dijo mientras se frotaba el brazo con la mano y miraba al suelo—.

Mirio sonrió, tomó la mano de Tamaki y los dos se dirigieron al comedor real.

Continuará...

El bárbaro y el príncipe durmienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora