Capítulo 16:La prisión de la fortaleza

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Monoma encabezaba el grupo, vigilando que no hubiera nadie por allí. Puso atención a una posible risa, como Kendo le dijo en sueños.

La fila la cerraban Toya y Hawks, quienes conversaban sobre sus recuerdos del pasado.

—¿Cómo conseguiste cambiar el color de tu pelo, príncipe Toya?—preguntó Hawks—. Te quedaba mejor el blanco, por cierto.

—Pues yo creo que le queda bastante bien—Himiko se dio la vuelta mientras sonreía—.

—Gracias, Himi—Toya sonrió—. Respecto al pelo, Tomura consiguió un hechizo que cambiaba el color de pelo. Es bastante práctico.

—Sí, pero no lo fue para Jin-kun cuando se le quedó el pelo rosa durante dos semanas—dijo Toga haciendo un puchero—.

Hawks rió imaginándose al contrabandista con tan extravagante color de pelo.

—Seguro que fue buenísimo, ¿cierto, Toya?—Hawks miró a su lado, encontrándose con que Toya ya no estaba—. ¿Toya?

—¡Suéltame!—Toya se agitaba entre los brazos de una figura encapuchada y enguantada—

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—¡Suéltame!—Toya se agitaba entre los brazos de una figura encapuchada y enguantada—.

—No deberías haberte escapado, Dabi—dijo Tomura, resentido—. El Maestro te tiene un bien merecido castigo.

Toya abrió su boca, mordiendo la mano de Tomura. Éste chilló y dejó caer a Toya, quien aprovechó para correr lejos de él.

Se escondió detrás de una pared para tomar aire. Escuchó la voz de Tomura:

—¿Nunca te han dicho que no muerdas la mano que te da de comer?—el peliazul se quitó los guantes mientras sonreía—. Podrías haberlo tenido todo junto a mí, Dabi. Podríamos haber derrocado a tu padre y conquistar el reino, juntos—hizo énfasis en la última palabra—. Sin embargo, tú estabas colado hasta las trancas por esa camarera, Himiko, y a mí no me prestaste atención desde que la conociste.

Toya vió la sombra de Tomura en el suelo y contuvo la respiración.

—¿Quieres jugar al escondite?—Tomura alzó una mano, dispuesto a atacar—. Muy bien, que así sea.

El peliazul se abalanzó sobre el mayor de los Todoroki, mas éste pudo esquivar el ataque.

—¿Ibas a usar Deterioro en mí?—Toya sonrió—. Qué vil de tu parte.

Tomura frunció el ceño y volvió a abalanzarse sobre Toya, quien volvió a esquivar con facilidad. Toya hizo aparecer en su mano una de sus llamas azules, preparado para contraatacar.

—Admítelo, Tomura. Tengo más ventaja que tú en un combate—dijo el mayor de los Todoroki—.

Tomura carcajeó estruendosamente y desapareció entre las sombras de las paredes.

—No cuando he estado aprendiendo brujería, hijo mayor de Enji Todoroki—la voz del peliazul se escuchó por toda la sala—.

Toya levantó su brazo recubierto de llamas para protegerse, esperando un ataque. En ese instante, Tomura se abalanzó sobre su espalda, dispuesto a usar su quirk sobre él.

—Para el carro, velocista—una voz femenina sonó a la espalda del peliazul, al mismo tiempo que sentía que caía al suelo—.

Himiko se encontraba sentada en su espalda, sujetando sus brazos. Toya sonrió y se aproximó a ellos.

—¿Dónde estabais?—Hawks se cruzó de brazos mientas miraba a Himiko y Toya llegar corriendo acalorados—

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—¿Dónde estabais?—Hawks se cruzó de brazos mientas miraba a Himiko y Toya llegar corriendo acalorados—.

—Arreglando un asuntillo—Toya sacudió sus manos y sonrió—.

Monoma chistó para que callaran y se aproximó al borde de una puerta. Logró oír las mismas risas que en su sueño y supo que estaba en el lugar indicado.

Miró a través de la puerta entreabierta cómo Kendo llevaba unas cervezas a hombres con armadura, demonios y los compañeros contrabandistas de Toya. Todos los allí presentes coqueteaban con la chica o tiraban de una cadena que tenía en el cuello para poder acercarla a ellos. Jin, el compañero llamado Twice por el resto, estaba a parte, mirando la escena con el ceño fruncido.

—¡Jin-kun!—susurró Toga mientras lo saludaba—.

—¿Toga?—Jin se acercó a ellos sigilosamente—¡No deberías estar aquí, márchate!—abrazó a la rubia—. ¡Pero me alegro que estés aquí!

Toga palmeó la espalda de Jin con alegría.

—Twice—habló Toya—, debemos sacar a la chica pelirroja de aquí—dijo señalando a Kendo—.

—Hay muchos guardias, y los demonios son capaces de mataros con una sola garra—susurró Jin, sin dejar de mirar a sus espaldas—.

—Yo puedo ayudar en eso—Mei sonrió—.

Juntó sus manos, para después juntarlas como si sostuviese un pajarito herido. Le hizo una seña a Jin para que abriese un poco la puerta y sopló sobre sus manos. Un fino polvillo se esparció por toda la sala, cegando a todos los de dentro exceptuando a Jin y a Kendo.

Monoma aprovechó el momento de confusión de todos para cortar las cadenas de la princesa y tomarla de la mano.

—Te prometí que volvería a por ti, princesa—Monoma sonrió mientras sus mejillas se coloreaban levemente de color rojo—.

Kendo abrazó a Monoma y sonrió.

—Gracias, Neito—dijo la princesa cerca del oído de éste—.

—Salgamos de aquí—dijo Iida mientras ayudaba a Mei a caminar. Ésta se sentía agotada después de haber usado su hechizo—.

El bárbaro y el príncipe durmienteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora