f a m i l y ? ━☆ﾟ.*･｡ﾟ

열 두번째

Aunque se firmó el fin del conflicto, el problema seguía ahí.

Y había una batalla todavía, la mente de Corea del Norte era un lío.

Estaba destrozado en todos los sentidos.

Estaba casi sordo por las explosiones.
Sus cuerdas vocales estaban desgarradas.
Le habían tenido que quitar un ojo.

Y lo más importante, tenía pesadillas.

Las pesadillas que tenía cuando era pequeño eran absurdas a comparación de lo que tiene ahora, pero al menos ahí podía despertar a su hermano o a su madre para pedirle consuelo.

Sus años son continuos episodios de la guerra, gritos, sangre, bombas, China llorando, su hermano...

En todos sus sueños su "hermano" estaba sonriendo, como si disfrutase ver todo aquel caos.
Pero lo que más le hacía le dolía era verlo al lado de Estados Unidos. Nunca supo bien como describir bien la mirada del norteamericano, era una mezcla de indiferencia, superioridad y felicidad.

La receta perfecta para provocarle un ataque de pánico en plena noche.

Sus pesadillas eran distintas a las que tenía en su antiguo hogar, pero ahora estaba solo y nadie lo puede consolar.

Nada más terminar el conflicto China volvió a su país para su recuperación.

Aunque no quería quedarse solo no lo culpaba por haberse ido, su padrastro también había sufrido mucho y sabía que no se encontraba bien de salud.

En cuanto a URSS, había recibido llamadas, preguntándole sobre cómo estaba y si necesitaba ayuda.

Aunque agradecía la hospitalidad siempre se negaba.
Ahora era un país independiente, no podía depender de sus aliados, no quería acabar como ella.

Corea del Sur tenía sus problemas, en los cuales no debía meterse. Ahora su misión principal era recuperarse.

Apareció Kim Il-sung y su hijo.

Lo único que pensó es que eran amables.