𝟭𝟲.

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9 de julio

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9 de julio.

La confusión podría haberse prevenido. Todo empezó esta mañana cuando Enrique se entrometió en la habitación de Aris, lo cual no es tan habitual como parece. Enrique no suele buscar a su hijo para hablar a solas con él, sus edades ya no se eclipsan con un propósito personal, ya no tienen tantos temas de conversación que no estén ligados a su trabajo.

Aris camina detrás de Leonor en dirección al taller de Beatriz luego de que la costurera le rogara a su hija que busque por él para poder confeccionar el atuendo que tiene que vestir para la cena importante que se aproxima. Obviamente que Leonor no tuvo otra opción más que obedecer a su madre, y ahí está ahora, escoltando a la mismísima realeza mientras despeja las dudas que podría conversar a solas con su madre.

—¿Por qué tiene que confeccionarle un atuendo especial para esta cena?

—Para cada cena, de hecho. Es como una tradición, no deben repetirse jamás.

—¿No es demasiado costoso?

—Yo no controlo eso. Solo uso lo que me dicen que tengo que usar.

—¿Y nunca estuvo en desacuerdo con algún atuendo?

—No, Beatriz siempre hizo atuendos preciosos —asegura, extendiendo sus brazos frente a él para probar su punto con lo detalladas que son las mangas de su saco—. ¿Cómo podría rehusarme a usar algo así? Me hace sentir tan elegante y atractivo.

Leonor ríe, girando su cabeza para juzgar el comentario con su mirada. Aris no estaba siendo sarcástico como de costumbre, la sonrisa en su rostro se desploma enseguida.

—¿Qué? ¿No me veo atractivo así? —pregunta, decepcionado.

Leonor definitivamente tiene una respuesta para eso, pero la oportunidad de decirla en voz alta es arrancada por nadie más y menos que el rey. Ambos cruzan frente a la entrada de una de las salas que no está vacía como ellos creen, y la voz de Enrique los sorprende.

—¡Aris! —exclama Enrique con emoción, obligando al príncipe a frenar en sus pasos.

A diferencia de Leonor que sólo se queda parada, Aris retrocede hasta volver a quedar frente a la puerta y ve a su padre sentado con un par de hombres a su lado. La escena es tan frecuente de ver que no levanta ningún tipo de sospecha, así que él simplemente los observa esperando a oír lo que sea que Enrique tiene que decirle.

—¡Ahí estás, te he estado buscando por todos lados!

Leonor reconoce la voz del rey y comprende que es él quien está en la sala. Ninguno de los hombres dentro de la habitación puede verla desde donde está, así que prefiere quedarse apartada para que su compañía no sea malinterpretada.

—¿A mí? —pregunta Aris, sin saber para qué necesitan de él.

—Sí, estábamos hablando de ti hace un instante.

ALMAFUERTE © ORIANA CORRIDONIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora