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         29 de julio, 16:22.

Los días del príncipe se sienten más agitados que nunca. El duelo no le ha dado descanso, lo ha empujado a llenar su agenda de actividades para mantener su cabeza ocupada. Guzmán lo acompaña a todos lados desde el día que Aurora falleció, no quiere dejarlo solo en un momento tan crítico además de que es una de las personas que, precisamente, trabaja para ayudarlo en lo que necesite. Si Guzmán no estuviera ahí ahora, la cena comunitaria pactada para la noche pasaría de largo para Aris. Él no quiere estar ahí, no quiere cenar con tantas personas a su alrededor cuando aún no se siente del todo bien, pero sabe que es su deber. Sabe que su padre espera mucho de él cuando se trata de dar una buena imagen frente a gente importante, y luego de hacerle creer que retomó la escritura, espera mucho más de su estatus social.

—Esto es muy bueno —comenta Guzmán, luego de haber sido concedido con el privilegio de leer las hojas de la novela—. ¿En qué momento escribiste todo esto? Debió tomar mucho tiempo.

Aris no le ha confesado que fueron escritas por Leonor ni siquiera a alguien tan cercano como él. Más gente sabiendo de la mentira son más oportunidades para meter la pata, y no puede arriesgarse aunque sabe que se ganará un reproche en un futuro por parte de su amigo acusándolo de no haber confiado en él. Guzmán no es un hombre que lea mucho, pero tiene que admitir que ver a Aris retomando uno de sus viejos hobbies lo incentiva a hacerlo. Aprecia mucho al príncipe, tanto que considera que la novela es una manera de avanzar y sanar de ese dolor del que él fue testigo años atrás.

Ahora lo mira desde la esquina de esa habitación en la que ambos están, comprometidos a probarse los atuendos de la noche para ahorrarle el mayor tiempo posible a las costureras en caso de que tuvieran que hacer algún arreglo. 

Aris acomoda los botones de su camisa, y le regala una pequeña sonrisa en respuesta a su cumplido.

—Escribo por las noches —miente, respondiendo a su duda.

—Es muy distinto a la poesía que solías escribir. Es mucho mejor, incluso.

Aris exhala una risa. Obviamente que es mucho mejor.

—No te emociones, no te dejaré leerlo todo —dice acercándose a Guzmán, arrancando las hojas de sus manos—. No tienes ese privilegio.

Guzmán ríe ofendido, entrecerrando sus ojos.

—¿Luego de todo lo que hice por ti? —jadea sarcásticamente—. Primero me escondes tu interés por una muchacha, y ahora, ¿me niegas la historia que estás escribiendo sobre tu primer amor?

La pregunta toma a Aris tan desprevenido. Cree que ha oído mal, y se queda en silencio frente a la acusación de su amigo. Ni siquiera le preocupa que esté equivocado con respecto a estar interesado en una muchacha, su verdadera preocupación está ligada a lo que Guzmán cree que está leyendo. 

Su voz se adelanta a salir de su boca antes de poder cambiar la expresión en su rostro.

—¿De qué estás hablando?

Guzmán cree que Aris se está haciendo el tonto con respecto a Leonor y la previa incriminación de que tenía sus ojos puestos en ella. Álvaro definitivamente recibió un par de golpes luego de soltar su lengua.

—No se preocupe, ya sé que Álvaro la cagó.

—¿Qué? No- ¿De dónde sacaste que estoy escribiendo mi historia?

Guzmán se torna serio, cree que es obvio.

—¿Estoy en lo incorrecto? —pregunta, mirando alrededor antes de bajar su voz por precaución a que alguien esté cerca—. La historia de Ginebra y Dante es una recreación de tu historia con Bruno.

ALMAFUERTE © ORIANA CORRIDONIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora