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𝗔𝗗𝗩𝗘𝗥𝗧𝗘𝗡𝗖𝗜𝗔: Este capítulo contiene menciones de uso de armas y encierro

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𝗔𝗗𝗩𝗘𝗥𝗧𝗘𝗡𝗖𝗜𝗔: Este capítulo contiene menciones de uso de armas y encierro. Se recomienda discreción y responsabilidad en la lectura.

10 de agosto, 21:11.

—¿Quieres un vaso de agua? —pregunta Aris, volteando en dirección a Leonor.

Ella también tiene a su alcance un cuchillo que le pertenece a un hombre de Zalá al igual que Elvira, sólo que Aris no se lo otorgó tan amablemente. De hecho, todavía no sabe cómo consiguió sacárselo, pero prefiere no preguntar. Siempre lo tiene escondido en su cinturón, y lo único en lo que puede pensar es en que se descuidó en algún momento de las atormentadoras horas que llevan encerrados. 

La lluvia no para, lo cual colabora para él.

Leonor oyó perfectamente el tren de carga cuando llegó a su parada y cuando debió haberlo tomado, pero también lo oyó partir de vuelta sin poder hacer nada al respecto. Está sentada en ese rincón del entrepiso desde que Aris le prohibió cruzar la puerta, y no se ha movido más que para buscar algo con lo que abrigarse cuando el sol bajó y la casa se tornó fría. Aris sospecha que ese fue el momento en el que robó su cuchillo, y cada tanto la mira de reojo para asegurarse que no está detrás de él a un manotazo de cortarle el cuello. Ahora se acerca a un lado de la escalera, esperando que así responda a su pregunta. 

Leonor lo observa, y solo rechaza su propuesta con un pedido totalmente diferente de su parte. 

—Quiero irme a casa.

—Yo también, pero ninguno se irá hasta que Guzmán y Álvaro vuelvan. No me hagas decirte cosas que no quieres oír, solo responde lo que te pregunto.

Leonor traga saliva, siente su garganta más seca de lo que debería estar. Tal vez sí necesita un vaso de agua. Presiona sus palmas en el piso para ponerse de pie, decidiendo ir en busca del agua por su cuenta.

—Lo tomaré sola. No pretendas ser gentil después de tenerme todo el día secuestrada.

Aris suspira, baja su cabeza con una notable frustración.

—Me lo vas a agradecer luego.

—Te voy a matar, luego —amenaza Leonor, bajando los escalones hasta quedar frente a él—. Y voy a decorar mi habitación con tu cabeza al lado de la de mi padre.

Aris levanta su cabeza, sin percatarse del momento en el que Leonor levanta su mano con el cuchillo frente a la punta de su nariz. Cruza su mirada con la de ella, sin mover un pelo. No está afectado por la amenaza, sabe defenderse y reconocer que Leonor podría haberlo matado en todas estas horas si ese fuera su verdadero deseo como quiere hacérselo creer.

—¿Me devuelves mi cuchillo, por favor?

—No —lo aparta de su rostro, guardándolo entre su ropa—. Ahora es mío. Consíguete otro.

ALMAFUERTE © ORIANA CORRIDONIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora