𝗔𝗗𝗩𝗘𝗥𝗧𝗘𝗡𝗖𝗜𝗔: Este capítulo contiene menciones de muerte animal. Se recomienda discreción y responsabilidad en la lectura.
22 de julio.
La mente de Leonor es brillante, y ella lo sabe, pero no es consciente de que no es solo su creatividad la que le da las ideas tan particulares que desarrolla en su historia. Sigue aportando páginas y páginas a su novela con cada noche que se desvela escribiendo, emocionada con lo rápido que avanza. Desde que tiene más tiempo libre su inspiración se ha duplicado. Triplicado, incluso. En cada oportunidad que su cabeza se despeja y le da espacio para imaginar, llena ese vacío de escenas y sucesos ficticios que se sienten como si fueran simples recuerdos que aparecen al azar. Son tan detallados, puede sentir en su cuerpo las cosas que imagina para su novela. Cada vez que se sumerge en el mundo de Ginebra y Dante viaja en el tiempo como si ellos dos hubieran existido. Es muy apasionada con su escritura, y si hay una persona que puede confirmarlo, esa es Aris. Luego de aquel confuso episodio al tomar el té, el príncipe comenzó a leer la novela con otros ojos. Ya no pasa por alto las cosas que podría pasar por alto, ya no considera insignificante las cosas que podrían ser insignificantes. Básicamente, ya no ignora los indicios. Cada parte se ha convertido en una pieza que va uniendo como un rompecabezas independientemente de la historia. Se lo está tomando tan personal que ha decidido no comentárselo a Leonor, ya que hablar con ella tan sólo una vez le costó el corte que ahora se está cicatrizando en su frente, y no quiere arriesgarse a saber qué le espera con una segunda conversación sobre la novela.
Los dos se levantan la mañana posterior a la dramática interacción, lo hacen al mismo tiempo como la mayoría de los días, pero no es hasta que Leonor toma la iniciativa de hablar que se encuentran cara a cara. Todavía quiere agradecerle por su ayuda y sigue encontrándose obstáculos en su camino que le impiden cumplirlo, así que se aprovecha de que su madre le ha pedido otro favor relacionado a él para poder hablar. A este punto está convencida de que Beatriz la considera su mensajera personal cuando se trata de Aris, pero no se queja.
Luego de semejante caída, una de sus chaquetas preferidas se llevó un gran daño en uno de los hombros que solo alguien como Beatriz podría hacer lucir como si nunca hubiera existido. Leonor se encarga de devolvérsela en óptimas condiciones luego del arreglo, y claramente la usa como una excusa para acercarse a él.
—Creí que tendría que tirarla —suspira Aris, aliviado, observando su reflejo en el espejo frente a él—. Su madre realmente hace magia con sus manos.
—No lo dudo —ríe Leonor—. Yo también creí que ya no tenía reparo, me dio mucha lástima verla dañada ayer.
Aris acomoda los botones para lucir su atuendo espléndidamente, manteniendo una expresión seria. Leonor, desde la puerta, lo observa con el mismo silencio y seriedad. Le parece asombroso lo que su madre hace, aunque le asombra aún más lo fácil que es para el príncipe verse elegante y costoso sin importar qué es lo que lleve puesto. Por un segundo se imagina a sí misma con algún tipo de vestido como los que viste Inés regularmente, y ni siquiera así siente que podrá acercarse a esa imagen tan distinguida.
ESTÁS LEYENDO
ALMAFUERTE © ORIANA CORRIDONI
Teen FictionAris nunca pudo dejar atrás su primer amor. Leonor, una escritora amateur que aparece en su camino, reconstruye el pasado del príncipe con una de sus novelas. Ella sueña con trabajar de lo que ama y escapar de su abusivo estilo de vida, y él se conv...