Capítulo 27. Hay que seguir adelante.

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— ¡No, no lo entiende! ¡Claro que no lo entiende! —gritaba Sabrina desde la cama del hospital—. Era mi hora... y nada de lo que diga va a cambiar eso, nada... ¿lo oye? Yo ya lo tenía más que asumido, estaba dispuesta a morir por mis amigos. Pero él tenía que disparar, tenía que intentar salvarme. Debería estar muerta... ¡Quiero estar muerta! Yo, no él. No vale la pena seguir con vida si como consecuencia no puedo tener a mi mejor amigo a mi lado. Y por mi culpa... ahora. Por dios... ojalá estuviera aquí conmigo, debería estar aquí, sano y salvo, para que yo pudiera darle las gracias por todo. ¡Esto no es nada justo! ¿¡Por qué no pudo salir bien!? ¿Por qué nunca nada me sale bien?

— Cálmate... recuerda que estamos aquí para superar, no para recordar. Era una situación muy delicada, era difícil que nadie saliera herido.

— ¡No logra comprenderlo, no lo necesito, ni a usted ni a nadie! Eres un psicólogo de poca monta que trata con gente como yo todos los días. Cuando tu cliente consigue "olvidar" o "superar" —hizo comillas con los dedos— consigues tu dinero y pasas a otra persona. Justo por eso cuándo termines conmigo no tendrás nunca más que preocuparte por mí. ¿Pero sabes qué? Yo seguiré aquí, el dolor seguirá conmigo y ni tu ni nadie hará que lo olvide.

— Creo, que vamos a dejarlo por hoy Sabrina.

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Había pasado una semana desde el fatídico día que los chicos denominaron el terrible día X, les producía una sensación tan agridulce. Se trataba de un tema delicado que debido a lo mucho que les había afectado prefirieron no volver a sacar. Especialmente delante de Sabrina, la cual sentía desde el fondo de su ser que la muerte de Edric era su culpa.

Aquel día, camino al hospital, Edric entró en coma poco antes de ser instalado en la camilla de la ambulancia, en cambio Sabrina se mantuvo constante durante todo el camino, la herida de bala no era tan grave. Llegaron a su destino en muy poco tiempo, al llegar Edric fue hospitalizado lo mas rápido que los doctores pudieron, a Sabrina la sometieron a una operación en el hombro para extraer la bala incrustada. Cómo consecuencia conservó la cicatriz de la operación, sello que quedaría grabado en su cuerpo recordándole todo lo ocurrido aquel día.

Los demás heridos, Gaston y Roger, también fueron atendidos en el hospital. Roger presentaba una herida de bala con una trayectoria mortal, tan profunda que con la sangre que había perdido desde el disparo fue suficiente para terminar con él, por lo que no pudieron hacer nada por salvarlo. Gaston si se salvó de la operación, la bala consiguió extraerse con facilidad, por lo que gracias a los testimonios de los chicos los detectives juntaron todas las piezas de la historia para conseguir llevar a Gaston a juicio. En pocos días ingresaría en la cárcel por muchos años. Tenía tantos cargos que era imposible que ganara el juicio, por muy bueno que fuera su abogado. Cargos por la muerte de Louder Perkins, cómplice en el secuestro de tres menores, fraude de los cargamentos de la policía, y ahora, la muerte de Edric Perkins. Podía estar seguro de que no saldría de la cárcel con vida

La noticia llegó con un golpe de calor para la madre de Edric, fue tal el shock cuando se lo comunicaron que cayo desmayada al instante. Por suerte fue solo un susto, aunque al despertar fue una fuente de lágrimas, triste, callada y ausente. Los chicos se reunieron con ella y le contaron todo lo sucedido desde el descubrimiento del cuerpo de su marido, hasta la muerte de su hijo. Estaba derrotada física y psicológicamen, toda su vida tal y cómo la conocía había cambiado por completo, y delante de sus narices sin que se hubiera dado cuenta. Ahora no tenía a nadie, estaba sola.

Agradeció con creces a los chicos todo lo que habían intentado hacer por Edric en sus últimas horas de vida, pues confesó que cuando se mudaron no tuvo mucha suerte haciendo amigos en la nueva ciudad. Nunca salía con nadie, ni hablaba con nadie, se sentía alejado de todo a su alrededor. Ella era su madre, y ya tenia sus sospechas, hasta que creyó verlo intentando suicidarse con pastillas medicas. Esa fue la señal que necesitó para volver a su ciudad de origen, no su trabajo, cómo Edric dijo. Así que le complació saber que al menos la mudanza había servido a su hijo para disfrutar con sus nuevos amigos en sus últimas horas. No se había sentido solo y había sido feliz, eso era suficiente para hacer que se sintiera mejor.

Los Inefables (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora