Capítulo 15. La fábrica Rofensburg.

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Nicky, Ariadna y Sabrina habían llegado las primeras al instituto. Se encontraban sentadas en las escaleras que ascendían hacia el edificio que muchos llamaban infierno. Poco después llegó James por la acera de la calle, al llegar se sentó junto a Ariadna descolgando la mochila de los hombros para dejarla en el suelo.

—Hola James. —La morena lo vio llegar completamente solo—. ¿Y Ethan?

—No lo sé, nunca viene conmigo —contestó haciendo una ademán con la mano para restarle importancia.

Ariadna frunció el ceño extrañada, le pareció un gesto de lo más típico por parte de Ethan, al igual que estúpido y cruek. Nicky y Sabrina en cambio seguían absortas por la música que brotaba de sus auriculares.

Después vino Edric con la mochila que había preparado para su primer día de clases en el nuevo instituto. Al no tener los libros de los chicos sólo poseía los que su madre le había comprado para el otro instituto, optó por guardar una libreta y un estuche para que pareciera al menos que llevaba algo de peso. Se acercó a los chicos y los saludó con la mano, no muy animado. Sin dirigir una sola mirada a su alrededor se sentó en las escaleras junto a Sabrina.

Él no se dio cuenta de como llamó la atención de las chicas pero Sabrina observó cómo pasaban por delante de él, lo miraban sonrosadas y luego se giraban a cuchichear entre sus amigas sin dejar de mirarlo, posiblemente preguntándose si era nuevo o venía de intercambio desde otro país. A Sabrina le divertía verlas tan interesadas en su amigo cuando él era totalmente todo lo contrario a lo que parecía a simple vista. Ver a un chico atractivo y compulsivo de cabellera rubia y ojos claros provocaba que cualquier chica cayera a sus pies, era el estereotipo perfecto. Edric en realidad era de lo más simple, y un despistado, aunque sobretodo tímido, con lo que a los temas del corazón se refiere.

Cuando lo vio sentarse a su lado se acercó a él guardando sus auriculares.

—No te ves muy bien —dijo. El joven tenía muchas ojeras y los ojos parcialmente rojos e irritados—. ¿Cómo estás? —preguntó sabiendo bien la respuesta.

—Mal —respondió con la mirada fija en el suelo.

—¿Has podido dormir algo?

—No... ¿Cómo lo has adivinado? —ironizó—. ¿Quizá porque estoy tan dormido que por poco me trago una farola viniendo hacia aquí, o por el mero hecho de haber visto a mi padre muerto en un congelador?

—Cuando no duermes te vuelves un gruñón. Eso también te pasaba antes —dijo Sabrina con una sonrisa—. Y no eres el único que no ha podido dormir sabes, dudo que alguno de nosotros lo haya echo.

Su gesto cansado desapareció por unos instantes. La miró tiernamente como no lo había echo desde hacía mucho tiempo, necesitaba su mirada, la que siempre lo había echo sentir seguro. Cuando sus miradas se encontraban él sabía que Sabrina estaba con él y no lo abandonaría nunca. No había cambiado en absoluto. Ella recordaba detalles que ni él reconocía, su Sabrina seguía siendo su mejor amiga, la que pasara lo que pasara estaba a su lado en los peores momentos. Entonces dejó caer la cabeza en el hombro de su amiga y cerró los ojos imaginando que nada había cambiado desde que sólo eran Sabrina y él. Sólo ellos dos, tiempos en los que no había ningún problema ni complicación y lo peor que podía pasar era una discusión.

Entonces llegó Charlotte por el camino, se quitó los auriculares y los saludó intentando levantar el ánimo.

—¿Qué tal? —saludó.

—Cansados —respondió James en nombre de todos.

Parecían zombies sacados de una película americana de lo cansados que se encontraban y de lo que les pesaban los párpados. Vieron a lo lejos como Ethan se acercaba en manada junto a su grupo de rugby hacia la puerta principal. El pelinegro siquiera se dignó a dirigirles una sola mirada, simplemente fingió no conocerles y siguió su camino hablando espontáneamente mientras los demás hacían un círculo a su alrededor deseando estar lo mas próximos al capitán del equipo.

Los Inefables (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora