Capítulo 17. Tarde de chicas.

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Ariadna se incorporó agarrándose la cabeza y se sentó en el banco. Los miró a todos con los ojos entreabiertos y luego se desperezó soltando un gran bostezo. Se frotó los ojos como si hubiera dormido durante días. Todos los chicos habían dejado sus conversaciones para observarla.

James se acercó a ella para comprobar que había vuelto en sí. Le agarró la cabeza con ambas manos para comprobar que estaba consciente.

—James... —dijo adormilada mientras el joven le apretujaba las mejillas con la nariz, en ese momento Ariadna guardaba cierta similitud con un hamster—. ¿Qué haces con mi cara?

—¿¡Eres tú!? —le preguntó acercándose mucho más. Sus narices casi podían rozarse.

—Pues claro que soy yo. ¿Podéis explicarme porqué estaba durmiendo en el banco? —James la soltó—. Lo último que recuerdo es que estábamos en el instituto, en la trampilla.

—¿No recuerdas nada? —gritó Tamina ahogando la risa—. ¿Ni siquiera que has abofeteado a James?

Todos rieron al ver la expresión de Ariadna, tenía los ojos desorbitados y se había llevado las manos a la boca mirando las mejillas rojas del joven. La más escandalosa fue Tamina, a la cual se la oía por encima de la risa de los demás, entre tanta carcajada estuvo a punto de caer al suelo. James se había ruborizado repentinamente y ahora estaba cabizbajo.

—¿Por qué haría eso? ¡No recuerdo nada! Lo siento, lo siento de veras... no sé que ha podido pasar —le dijo la joven antes de abrazarlo. El repentino acto de Ariadna provocó que las mejillas del insensible James empezaran a arder con más intensidad. Ethan fue el único que estalló en carcajadas al ver a su hermano perplejo en brazos de la morena. Charlotte dejó de reír cuando vio que el único que reía era el pelinegro de su derecha, y había mutado a una burla. Charlotte se le quedó mirando por un momento pero al reconocer que no iba a parar le dio un codazo en el brazo frunciendo el ceño, Ethan se frotó el lado golpeado y la miró molesto.

—Tranquila... —balbuceó James colocándose bien las gafas—. En realidad no ha sido nada...

Nada, dice... Aún se le ven los dedos marcados... —susurró Ethan sobándose el brazo. Le había dolido de veras el golpe.

Ariadna volvió a sentarse en el banco y Sabrina se sentó a su lado para empezar a relatarle el porqué de tantos sucesos.

—Bueno... se podría decir que gracias a ti sabemos qué hacen los xips. No se si lo recordaras pero tú te pusiste uno. Por eso lo averiguamos.

—Entonces el objetivo del plan se ha cumplido. ¿No?

—Controlan a las personas —resumió Sabrina. Ariadna frunció el ceño, seguía sin comprenderlo.

—Un momento... —recordó Charlotte de golpe—. Nosotras hemos cumplido nuestra misión, pero ¿qué habéis echo vosotros durante toda la mañana si se puede saber?

—He... —Ethan se revolvió el pelo intentando buscar una excusa plausible.

—No hemos encontrado nada, la verdad —sentenció el rubio de Edric cabizbajo.

—Genial —escupio Nicky.

—Lo sentimos pero en la red no hay mucho más de lo que James ya encontró. Es muy bueno en esas cosas —dijo resentido—. De todos modos yo debo irme. Mi madre debe estar esperándome. Ésta tarde tengo trabajo en la fábrica... nos vemos el lunes —se despidió mostrando su sonrisa más brillante—. Adiós.

Sacudió la mano por un tiempo y luego siguió su camino hasta que los chicos vieron sus últimos mechones dorados desaparecer tras unos árboles que franqueaban la salida.

Los Inefables (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora