CAPÍTULO-2

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Pasaron tres semanas y no hubo ni un solo día en el que lograra quitarme ese aterrador encuentro de la cabeza, la manera en que me había mirado, la forma en que hablaba cada vez que sus pupilas se ensanchaban. Rezaba a las estrellas cada vez que salía de casa para no cruzarme en su camino de nuevo.

Esa mañana en específico estaba más ausente de lo normal, tanto que incluso mi hermana Aria se dio cuenta de que pasaba algo.

-¿Qué te ocurre? -preguntó.

No quería decírselo ni tenía ninguna intención de asustarla, a demás nunca nos habíamos tenido tanta confianza como para contarle todo lo que me pasaba. Sin poder evitarlo me puse a la defensiva.

-¿Qué tiene que ocurrir?

-Obviamente te pasa algo, a parte de estar borde, que esto tampoco es tan extraño, pareces un muerto viviente, ¿no has dormido demasiado bien estos días o qué?

-No, no he dormido bien.

-Se nota, se nota -me miró a los ojos intentando ver cuáles eran mis sentimientos en ese momento, lo único que encontró fue una cara malhumorada-. No te he hecho nada para que te pongas así.

La verdad es que tenía razón, pero no tenía esa cara por ella, no llevaba muy bien lo de no dormir y cuando conseguía hacerlo soñaba con cosas que no me dejaban descansar del todo.

-¿Qué sueñas por las noches?

No respondí, estaba debatiendo si contárselo o no, pero la ausencia de respuesta le dio que pensar.

-Ui, ya veo –me dio un toquecito en el hombro-. Así que al fin ha habido alguien lo suficientemente bueno como para conseguir que tu corazón frío se caliente un poquito -se sentó junto a mi, entusiasmada-. Dime, ¿quién es?

Entorné los ojos.

-No hay nadie.

-Venga, ¿no confías en mi?

-Te he dicho que no hay nadie.

-Yo te cuento mis cosas.

-¡Que no me interesa nadie!

Aria se rió, mi reacción le había parecido divertida, aunque yo no le veía la gracia.

-¿Quieres dejarme en paz?

-Vale, lo siento, pero cuéntame qué te atormenta por las noches -se acercó más hacia mi para no perderse detalle, mientras apoyaba la cabeza en sus manos, lista para prestar atención.

-Con una bruja -solté, cansada de discutir-. Una bruja, un hechizo y las consecuencias de ese hechizo.

Me esperaba al menos un poco de seriedad por su parte, pero en cuanto terminé de decirlo se echó a reír a carcajadas.

-¿Una bruja? -se volvió a reír- ¿Tienes dieciocho años y lo que te aterra por las noches es una bruja?

No pude evitar sentirme molesta, si ella supiera lo que recordaba de esa noche en el bosque no se reiría tanto.

-Sabes que las brujas son unas farsantes que no tienen poder, el único poder puro en todo el universo es el de las estrellas.

-Y tú que sabes.

-Mamá siempre lo ha dicho.

-Mamá puede equivocarse.

-Sí, puede, pero yo no creo en ese poder.

-Bueno, lo que creas o no me tiene sin cuidado, si vas a reírte y burlarte de todo lo que te digo me voy, paso de seguir hablando contigo.

-Yo también te quiero hermana.

EN EL CORAZÓN DE UN MONSTRUODonde viven las historias. Descúbrelo ahora