CAPÍTULO-35

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Fue una semana de puro autocontrol, sé que no pasaba mucho tiempo con Dorian, pero esas comidas en las que coincidíamos todos los días eran lo suficientemente tensas como para no querer estar ni un segundo más con él.
Esa misma mañana había tenido las tripas revueltas, cuando decidí apostar por mi libertad parecía estar demasiado lejos de ella, sin embargo, esa noche íbamos a jugar la primera carta, el renacimiento de luz empezaría y había mucho en juego.

<<Puedes hacerlo>> al principio a Céfone no le había gustado el plan, pero después no tuvo más remedio que admitir que era necesario.

La costurera me ayudó a colocarme el nuevo vestido, reservado especialmente para la ocasión, no sabía el nombre de aquella mujer pero como vi que no era de muchas palabras no se lo pregunté, no tenía muchas  ganas de hablar en esos momentos. Le pedí que no me apretara mucho el corsé, no estaba muy acostumbrada a él, pero tenía que reconocer que me favorecía mucho.

-Gracias, dame un minuto -le dije cuando ya había acabado.

La mujer se fue, no se si era porque soy humana y me veía como a alguien inferior, pero siguió bien callada y no con muy buena cara. Sin embargo, para mis adentros, no pude evitar alabarla por lo que había conseguido, un vestido largo de color negro, sencillo pero elegante, perfectamente cosido y diseñado para favorecerme a mí.

<<Me gusta>>

-Y a mi, pero lo veo un poco apagado para la ocasión.

Sin embargo, no le di más vueltas, me pasé la mano por el pelo recogido en un moño y bajé las escaleras, no pensaba seguir recordándome lo que estaba a punto de pasar, cada vez que lo hacía me ponía de los nervios y ya me había bastado vomitar una vez como para hacerlo de nuevo con el vestido puesto.

Dorian me estaba esperando abajo, con un traje negro que me complementaba demasiado bien. Bajé las escaleras intentando no caerme, llevar zapatos con tacón era algo a lo que solo había tenido una semana para acostumbrarme.

-Ya era hora -se quejó Dorian, como si hubiera estado esperando demasiado.

Ni dos decimas de segundo a su lado y ya me lo ponía difícil.

-¿Algún problema? -era irritable, no pensaba retroceder.

Sin embargo, no quiso seguir discutiendo.

-El carruaje nos espera.

-¿Y Cebrián? -busqué a mi amigo con la mirada, más bien desesperada por tener un rostro alegre que me salvara de esa noche.

-No le gustan estas celebraciones, no va a venir -la cosa solo hacía que empeorar y eso que no habíamos llegado al castillo todavía-. Por desgracia yo no tengo ese placer y si me invitan me veo obligado a ir -me importaban bien poco sus problemas.

Salimos, un carruaje tirado por seis caballos estelares nos esperaba, el color gris de su pelaje hacía que el carruaje color negro pareciera querer llevarte a las puertas de la muerte. Subí yo primero y Dorian me siguió, sentándose en frente de mi, estaba demasiado cerca para mi gusto. Unos cuantos guardias nos acompañaban, montados en sus propios corceles, aunque dudo que hicieran falta si Dorian tenía tanto poder como Cebrián me había mencionado.

Mi acompañante indicó al cochero que partiéramos, y así lo hizo, el estelar dio un golpe con las riendas a los caballos y estos empezaron a moverse. Me sorprendió lo rápido que avanzábamos.

La oscuridad tiñó el cielo de negro y, con los arboles tapando cualquier ápice de luz lunar, intentar ver el paisaje era una perdida de tiempo para mis ojos humanos, pero era mejor que mirar a quien tenía delante. Sin embargo, la curiosidad me hizo mover la cabeza y mis ojos recorrieron su vestimenta negra, le quedaba terroríficamente elegante.

EN EL CORAZÓN DE UN MONSTRUODonde viven las historias. Descúbrelo ahora