CAPÍTULO-31

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Habían pasado dos días y Dorian regresó con tres guerreros estelares amigos del fallecido, enviados por orden del rey para matarme. Dorian entró en la habitación de su amante para mantenerme informada de su regreso y los tres "justicieros" no dieron acto de presencia.

-¿Y no quieren...? -tragué saliva.

-Sí, están ansiosos por vengarse, aunque prefieren atormentarte con su presencia, no quieren que sepas en qué momento exacto van a matarte, su intención es que pases tus últimas horas de vida con miedo, una especie de tortura bastante original.

¿Una tortura bastante "original"? Me hirvió la sangre.

-Si no te importa -sonreí forzadamente- preferiría pasar mis últimas horas sola y aterrada que contigo aquí dando dolor de cabeza.

Dorian pareció retener una media sonrisa, no sé qué le divertía tanto ni me importaba su extraño carácter, quería estar sola y ver su cara perfectamente alineada me invitaba a descolocársela a golpes. Por suerte se dio la vuelta y se largó, era inútil discutir, ya daba lo mismo, yo había perdido.

<< ¿En serio vas a rendirte? >>

-Estoy encerrada en esta mansión -respondí a Céfone, sintiéndome abatida.

<<No eres la chica que yo conozco>>

-Quizás no me conoces tan bien -me crucé de brazos.

<<La chica que conozco haría todo lo posible para sobrevivir>>

Tenía razón, mi instinto me pedía a gritos que saliera de allí, puede que solo tuviera que hacerle caso.

<<La que yo conozco preferiría morir inten...>>

-Intentándolo antes que morir encerrada sin haber luchado -terminé la frase y no se si fui yo o Céfone, pero sentí una pizca de orgullo en mis venas.

<<¿Pues a qué esperas?>>

-Vamos a demostrarles que no soy como piensan, vamos a demostrarles que al menos tengo agallas para hacerles frente.

<<Esa es mi Tania>>

***

Ya estaba oscureciendo, seguro que los cocineros preparaban la cena y los invitados estaban sentados en el sofá hablando con Cebrián y Dorian de cualquier tontería.

No había tenido mucho tiempo para trazar un plan así que estaba dispuesta a improvisar, podía ponerme uno de los vestidos que Leonor guardaba en el armario e intentar recorrer la casa sin que me vieran. Si caía en la mala suerte de que los tres estelares me pillaran puede que creyeran que era otra persona, al fin y al cabo no me habían visto nunca y no es de esperar que una sirvienta luzca vestidos bonitos. Solo rezaba a las estrellas para que nadie me viera aunque, después, si conseguía llegar con vida al exterior, tendría que inventarme algo para convencer a los guardias de que me dejaran pasar.

Era el mejor plan que se nos había ocurrido y también un completo suicidio, pero ya estaba muerta de todos modos así que respiré hondo, reuniendo el coraje necesario, y abrí la puerta.

Cerré el picaporte de oro con sutileza para no hacer ningún ruido y me quité los zapatos para que fuera más difícil oírme andar, el sudor empezó a envolver mi cuerpo delatando mi creciente nerviosismo, casi no respiraba por miedo a ser vista y eso influyó en que los latidos desenfrenados de mi corazón fueran en aumento.

El pasillo se me hizo eterno, ya faltaba poco para llegar a las escaleras, no podía quedarme paralizada así que obligué a mis piernas a moverse e intenté serenar mi mente.

EN EL CORAZÓN DE UN MONSTRUODonde viven las historias. Descúbrelo ahora