CAPÍTULO-6

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Oímos unos pasos firmes y decididos dirigiéndose hacia nosotros, intenté no encogerme al pensar lo que eso implicaba.

-Primo -Cebrián hizo una pequeña reverencia.

<<No lo mires>> sonó una voz en mi cabeza, pero no una voz cualquiera, la voz de la anciana parecía advertirme, parecía querer protegerme <<No pienses ni por un instante que va a apiadarse de ti>>

Me estaba volviendo loca, ¿desde cuando oía voces que nadie más podía escuchar?, pero la verdad era que siempre la había tenido en mi cabeza, el alma de aquella bruja estaba enlazada con la mía desde ese día en el bosque. Al parecer, cuando su predicción se hizo realidad, cuando me secuestraron, esa voz despertó, ella podía comunicarse conmigo.

-Veo que ya me has traído a tu victima -el desconocido, el primo de Cebrián y señor de esa mansión me levantó el mentón hacia arriba para examinarme.

Hice caso a la voz de mi cabeza y no lo miré, evité cualquier contacto visual con él. Su mano era firme y tibia, y aún teniendo la cara un poco alzada mis ojos seguían mirando hacia abajo, solo alcanzaban a ver esos elegantes zapatos negros, brillantes como si los acabara de estrenar esa misma noche.

-Querrás decir tu victima -Cebrián lo observaba con atención, esperando cualquier gesto de agrado que pudiera tener su primo hacia mi.

Pero el estelar no le respondió al instante, retiró su mano de mi cara y se apartó un poco para examinarme.

-De estatura está bien, me gusta su pelo -agarró un mechón ondulado-, marrón oscuro.

Me alzó de nuevo el mentón, contuve las ganas de apartarme.

-Mírame -me ordenó.

Mis ojos marrones se alzaron levemente. Me sorprendí al ver esa cara tan bonita, seguramente tendría unos veintitantos años, como Cebrián. Me lo había imaginado más mayor. Su pelo era tan negro como el carbón, su rostro era fino, masculino, aunque no se veía ninguna expresión en él, ningún sentimiento, eso delataba lo peligroso que era. Sus ojos grises se fijaron en los míos y pude ver cómo su pupila se ensanchaba al mismo tiempo que decía:

-No grites, no me tengas miedo.

No era tonta, sabía que no podía manifestar ninguna señal del miedo que me carcomía por dentro, de ese miedo atroz a morir. Cada vez que un estelar me ordenaba algo al mismo tiempo que me miraba de esa extraña forma significaba que era mi momento de actuar, de fingir que no era inmune a su poder.

-¿Qué te parece? -quiso saber Cebrián.

-La verdad, primo, no está mal.

En circunstancias normales eso me habría puesto furiosa, ¿cómo se atrevían a juzgarme por lo que veían sin apenas conocerme?, ni ellos ni nadie debería tener poder sobre mi vida.

-Que pasen las otras -ordenó al guardia que lo acompañaba.

Todas ellas entraron acompañadas de sus secuestradores. La primera era morena, de pelo marrón oscuro como el mío, aunque el suyo era completamente liso, sus ojos azules me miraron, no parecía sentir miedo, solo... confusión. Se colocó a mi lado, recolocando la tela de ese sencillo vestido azulado que hacía juego con el intenso color de sus ojos.

La segunda tenía el pelo castaño, con el rostro completamente envuelto en rizos, su expresión era seria, implacable. Parecía más mayor, de unos veinticinco años más o menos. Se colocó al lado de la primera, con su vestido violeta rozando el suelo.

La tercera era pelirroja, con miles de finas pecas que cubrían prácticamente todo su rostro y unos enormes ojos azul cielo. Mientras se colocaba casi pisó la tela de su largo vestido rosa, que reflejaba inocencia y remarcaba cada una de las curvas de su cuerpo.

EN EL CORAZÓN DE UN MONSTRUODonde viven las historias. Descúbrelo ahora