-Odio las fiestas -se quejó Dorian, sentado en frente de mí con su traje negro impecable-, no se cómo a la gente le puede gustar esto.
-Ya, no hacemos gran cosa cuando vamos al castillo.
-La otra vez sí hicimos algo muy interesante -sonrió.
-Si te refieres a huir de una posible muerte no le veo la diversión.
Se inclinó hacia mi oreja, casi rozándola. Tuve que esforzarme para que no saliera un suspiro entrecortado de mi, porque me tembló todo el cuerpo.
-Me refiero a tenerte tan cerca -susurró, haciendo que deseara que se acercara aún más-, recuerdo mirar tus ojitos marrones, con el agua precipitándose a nuestro lado y nosotros precipitándonos con ella.
-Podrías hacerte poeta -bromeé.
-Solo si tú quieres que lo sea.
Sonreí mientras lo besaba, agarrando su nuca, tirándolo hacia mi.
El carruaje se paró y por primera vez deseé que ese camino hubiera sido eterno, porque acababa de estropear nuestro momento. Algo de esa sensación me intrigaba, como si mi mente se ausentara y solo quedara el deseo primitivo de querer que me toque, porque en ese carruaje, en ese momento, quería que me tocara.
Tragué saliva en cuanto abrieron la puerta y dejé que él bajara primero y me tendiera la mano para ayudarme. Adoré ese gesto.
Caminamos cogidos de la mano, pegados el uno al otro y soportando las miradas, había algo que diferenciaba a esa noche de las anteriores, era la primera vez que íbamos juntos de verdad. Esperaba que la reina Saanvi lo notara, deseaba que se muriera de envidia, porque había intentado humillarme, había matado a mi padre y, sin embargo, ni su corona ni su provocativa actitud habían podido evitar que el amor que Dorian sentía hacia ella se esfumara.
Se lo merecía.
Se merecía algo mucho peor.
***
-Querida -la atención que me proporcionaba la reina era de lo más irritante, con sonrisas falsas y venenosas- ¿Podrías compartir con nosotros qué te ha pasado en ese brazo?
Desvié la mirada hacia el brazo vendado que me había torcido Cebrián, la venda no complementaba mucho el vestido bronce que llevaba, pero era necesaria para que no me doliera.
Barrí el recuerdo de por qué estaba herida, de Cebrián torciéndomelo, no quería sentirme mal, no por alguien que había querido matarme, así que soné un poco fría cuando dije:
-Me lo torcieron.
Dorian me tomó la mano y yo lo miré, supe que ese era el mejor signo de apoyo que podía darme en ese momento, aunque era consciente de que a él le dolía más que a mí.
-Dorian, a ver si tienes más cuidado -le guiñó un ojo.
Ojalá hubiera podido arrancárselo con el tenedor.
-No me lo hizo él, al contrario, me puso la articulación en su sitio y me la frotó con un ungüento mágico para calmar el dolor. Ahora estoy mucho mejor.
-Pues brindemos -el rey Trifón alzó su copa y todos lo seguimos. Miró sonriendo a su mujer y, después, a nosotros-. Por los nuevos comienzos -con lo de volver a empezar se refería a olvidar el enfrentamiento del mes anterior- y porque al fin halles la felicidad amigo mío.
Dorian sonrió, pero yo no, no teniendo a la reina allí.
La odiaba.
Más de lo que había odiado a nadie en el mundo. No solo por la manera en que miraba a Dorian y provocaba a todos los estelares apuestos de la sala, sino por lo de mi padre, por la manera en que me trataba a mí. Como si yo fuera barro al que poder pisar.
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EN EL CORAZÓN DE UN MONSTRUO
FantasyEn un reino donde tener sentimientos es signo de debilidad, donde los humanos son tratados como inferiores, lo más peligroso para un corazón es amar. Tania vivía una vida tranquila en las montañas, tenía un trabajo, una familia, a su amiga Susan...