CAPÍTULO-4

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Había fuego por todas partes.

Estaba ardiendo, rodeada de llamas, el calor me quemaba la piel mientras intentaba ver lo que había al otro lado. Un caballo, había un enorme caballo mirándome a los ojos. Ya había visto a ese animal antes, sus ojos negros fijos en mí inocentes y acusadores, pude ver el reflejo en ellos, y no solo el de las llamas cada vez más crecientes, también el de una niña pequeña y asustada. No tardé en reconocerme. Quise dar un paso atrás, pero no podía a no ser que quisiera morir quemada, y ese no era el caso. Estaba atrapada, ¿cómo podía salir de allí? Empecé a sudar a la vez que hiperventilaba, inhalando un humo denso que me dolía en los pulmones.

Pero de pronto...

Empezó a llover, una tormenta eléctrica tan potente que hizo que las llamas se desvanecieran en cuestión de segundos. El caballo ya no estaba, todo había desaparecido, pero sabía que no estaba sola, la voz de alguien me llamó de entre la oscuridad. Quería salir corriendo, pero mi cuerpo no dio respuesta, no podía ver a nadie, aunque esa voz sonó clara y directa en mi mente.

<<Ten cuidado, niña>>

Un escalofrío sacudió mi cuerpo y empecé a tiritar de frío,  podía sentir su presencia pero nada salvo esa voz me indicaba que había alguien allí conmigo, era como si estuviera en mi mente, metida allí dentro a la fuerza. Yo sabía quién era.

<<No hagas que mi sacrificio fuera en vano, sobrevive>> hizo una pequeña pausa entre frase y frase <<Vas a morir, vas a morir si no eres lista>>.

De pronto, una cara conocida, llena de arrugas, apareció ante mí, agarrándome los hombros con fuerza, era la bruja que una vez nos advirtió del secuestro, la que había intentado ayudarme, era por ella que no me afectaba el poder estelar, su ritual había dado resultados.

<<Este es el comienzo de tu perdición>>.


Me desperté de un salto, con una mano sobre el corazón, para comprobar que aún seguía latiendo.

"Respira, sigues respirando" me dije.

-¿Pesadilla? -su voz fue como un bofetón de realidad, ojalá todo hubiera sido un sueño -Si ahora tienes pesadillas, espera a ver después, eso si sobrevives.

Miré a mi alrededor, ya no estábamos en el bosque, en su lugar nos encontrábamos en un carruaje, uno que, a juzgar por su aspecto, diría que pertenecía a la alta nobleza. Un carruaje digno de un rey. Por fuera era de color negro, no era muy alegre, pero la elegancia se distinguía a quilómetros, por dentro, en cambio, era de un color granate. Los asientos acolchados eran muy cómodos y, si no hubiera sido por el estelar que tenía enfrente de mí, me hubiera vuelto a dormir.

-¿Cómo has hecho eso? -pregunté, mirando cada detalle a mi alrededor.

-¿El qué?, ¿transportarte hasta aquí? –hizo una pequeña pausa- Te dormí.

-¿Qué? -la rabia y la frustración de pensar que había hecho todo eso en contra de mi voluntad me opacaron por un instante. Me imaginé lo que podría haber hecho conmigo mientras dormía cuando miré hacia abajo y vi que llevaba un vestido sencillo, color arena, era muy elegante y me hubiera encantado ponérmelo en otras circunstancias. Me estremecí, esa no era la ropa que llevaba la última vez.

Lanzó una carcajada al ver mi cara, tan expresiva ante el perturbador pensamiento de que él me la hubiera puesto. Me pregunté si también habría cambiado la ropa interior.

-Tranquila, no fui yo, ni ganas que me hacía -su rostro volvió a ponerse serio de nuevo, lo odiaba, lo odiaba de verdad.

-¿Cómo me dormiste?

EN EL CORAZÓN DE UN MONSTRUODonde viven las historias. Descúbrelo ahora