CAPÍTULO-56

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Corrí, corrí con todas mis fuerzas, mi vida estaba en juego y no pensaba desperdiciar ni un segundo.

<<Corre, corre, corre>>

Tenia unos diez minutos de ventaja para adentrarme en el bosque.

Diez.

Eso era lo único que tenía, me habían concedido ese tiempo para que la cacería fuera más divertida. Unos minutos y todos empezarían a buscarme.

El estelar que me matara obtendría una recompensa. Tierras, dinero, la bendición de las estrellas... ¿qué más daba? Yo solo pensaba en huir.

Seguí corriendo, mis pies descalzos empezaron a sangrar, pero eso no era un impedimento.

El vestido tampoco ayudaba, era pesado y me dificultaba poder ir lo rápido que quería.

-Mierda -dije mientras intentaba desenganchar la tela que se había enredado en un árbol de espinos.

No tenía tiempo, así que rompí las faldas de mi vestido a pedazos.

Seguí corriendo, sin mirar atrás, rezando para que nadie me encontrara.

Oí un cuerno a lo lejos, había llegado la hora.

La cacería ya había comenzado.

***

Mis jadeos eran lo único que oía en ese momento, intentando que mis piernas me impulsaran más rápido de lo que me permitían. La oscuridad hizo que me diera algunos golpes, pero seguí adelante.

Escuché un ruido detrás de mí y, para mi desgracia, me giré. Gemí de dolor al darme de lleno contra un árbol.

-Mierda -me levanté tan rápido como me fue posible.

-¿A dónde te crees que vas ratoncillo?

Un estelar robusto apareció frente a mi, con un hacha en la mano, sonriendo.

Di un paso atrás, caí de espaldas.

<<Levántate, ¡vamos!>>

Alzó el arma sobre mi y...

-¡Maldita sea! -gritó.

-¡Es mía! -otro estelar se abalanzó sobre él.

Empezaron a luchar entre ellos, eso me dio la oportunidad de levantarme para escapar.

-¿Vas a alguna parte? -otro de ellos, alto y musculoso, al que ya había visto durante las cenas del castillo, se mantuvo erguido frente a mi.

Apreté mi mano en un puño, dispuesta a defenderme, pero eso no lo detuvo. Era fuerte, muy fuerte. Intenté darle una patada cuando se lanzó sobre mi, pero no pude, su cuerpo me apretaba tanto contra el suelo que estaba a punto de asfixiarme.

-¡Suéltame!

Antes de que él pudiera golpearme siquiera, una sombra negra como la noche lo derribó, después, se oyó un gruñido tan aterrador que hubiera encogido a las mismísimas estrellas. Me incorporé, a tiempo para ver cómo la bestia destrozaba sus cuerpos.

-¿Demon?

Me miró, con su rostro canino bañado en sangre.

Pero hasta ese instante no había caído en que, donde estaba Demon, también estaba Dorian.

-Buen chico -su dueño apareció de entre la oscuridad de la noche y le acarició la cabeza.

Me puse en pie de inmediato, ambos caminaron hacia mi.

EN EL CORAZÓN DE UN MONSTRUODonde viven las historias. Descúbrelo ahora