Emmanuel me visitó durante el fin de semana y nos divertimos mucho juntos, aunque aún no le he hecho la sugerencia de cambiar un poco la monotonía. Eso es a lo que más le he temido a una relación. A pesar de estar consciente de que el sexo no lo es todo y que si llevábamos saliendo casi un año, no ha sido por esa necesidad, pues mayormente ambos trabajamos demasiado, siento que en cualquier momento podría aburrirme del sexo que tenemos.
Puede que también mi problema sea que, ahora que he experimentado algo nuevo con el idiota de Oscar, me he vuelto más exigente. No creo que pueda perderle el gusto. Todavía ahora con solo recordar lo que sucedió el otro día, hace que comience a fantasear a plena luz del día.
Me dirigí al aeropuerto privado en compañía de la Sra. Collins. Nuestro equipaje lo llevaron dentro. Es solo una hora y media de vuelo, por lo que no debo preocuparme por nada. Para nuestra sorpresa, no contábamos con la llegada de Oscar antes de que el avión cerrara sus puertas.
¿Qué hace este tipo aquí? ¿No me digas que logré convencerlo con lo que le dije el otro día? No, no lo creo. Algo me dice que tiene miedo de que me quede a solas con la Sra. Collins y le cuente su secreto.
—¿Por qué no nos avisaste que vendrías, hijo?
—¿Cuál es el problema? ¿No quieres que vaya?
—Debiste avisarnos con tiempo.
—No se preocupe por nada, Sra. Collins. Yo me quedaré. La empresa no puede quedar desatendida — le dije.
—He dejado a cargo al Sr. Herrera. Después de todo, solo estaremos fuera unos días.
—¿Y qué te hizo cambiar de opinión? Anoche mismo me dijiste que no vendrías a visitar la tumba de tu padre, ni mucho menos a su familia.
—No podía perderme tu melodrama e hipocresía en su máximo esplendor. No lo atendías en vida, y ahora después de muerto vas a visitarlo. Tal parece que el cargo de conciencia no te deja dormir tranquila.
Este hombre sí que tiene una lengua muy filosa. Ni siquiera sabe tratar bien a su madre, pero ¿qué se puede esperar de este imbécil?
No puedo creer que ella se deje hablar así por su propio hijo. A mí un hijo me habla así, y es que sería capaz de tumbarle los dientes de un bofetón.
Aproveché el momento para sacar aparte a la Sra. Collins y decirle mí parecer.
—¿Sabe? No le veo razón alguna a viajar, pues su hijo la estará acompañando y no quisiera importunar.
—Tú jamás importunas, Jimena. Para mí vale mucho que hayas aceptado venir conmigo. Quédate. Tómalo como unas ligeras y merecidas vacaciones por todo tu esfuerzo y dedicación, pero sobre todo por ser un ángel.
Escuchamos la inoportuna y cínica carcajada de Oscar, y ambas lo miramos a la vez. Para mí era evidente la razón detrás de su carcajada, por eso en mis labios se dibujó una media sonrisa que traté de ocultarle a la Sra. Collins.
—¿Qué estará pasando con mi hijo? — se preguntó.
Negó con la cabeza, marchándose hacia el asiento más cercano a la azafata.
—El que ríe solo es porque de sus maldades se acuerda — lancé el comentario, con tal de ver su reacción.
—¿Será? — frunció el entrecejo.
—¿Tanto miedo tienes de que hable con tu mamá sobre tus gustos particulares, como para haber tomado la decisión a la ligera de venir?
—Dicen que es mejor tener al enemigo cerca y no perderlo de vista.
—Ah, ya veo por dónde va la cosa. Estás disfrazando tus verdaderas intenciones porque te da vergüenza y pena decirlo. Habla claro, admite que si estás aquí es porque ibas a echar de menos tus castigos.
—Jamás podría echar de menos algo que venga de ti.
—Cuéntame una cosa; ¿no tienes miedo de que alguien más le haga el trabajito a tu novia mientras estás buscando tu dosis de castigo conmigo?
—Que sea la primera y última vez que metes a mi mujer en nuestra conversación. Ese no es problema tuyo.
—Con esa reacción, me temo que es un sí. Mujer desatendida, mujer perdida.
—Entonces, cuéntame una cosa; tu novio, ese tal Emmanuel, ¿conoce sobre la clase de mujer que eres?
—¿Así que has estado investigando sobre mí, o es que acaso te has vuelto un acosador? ¿No me estás dando demasiada importancia, querido?
Acortó la distancia que había entre los dos sin siquiera pestañear o darle importancia a que su madre no estaba tan lejos de nosotros.
—A lo único que le daré importancia es al momento en que te destruya completamente y te tenga de rodillas.
—Suena rico, ¿no crees? Qué pena que eres tú quien siempre termina de rodillas ante mí — esbocé una sonrisa, provocándolo intencionalmente, pero no noté la misma reacción que siempre hacía; de hecho, en su expresión no había ni una chispa de molestia.
—Quien ríe último, ríe mejor.
Tuve la breve sensación de que su mirada se posó de manera breve sobre mis labios.

ESTÁS LEYENDO
Sigilo [✓]
Roman d'amourNo hay secreto que dure cien años. Oscar Collins; es un hombre prepotente, prejuicioso y orgulloso. Su forma de ser desde su adolescencia le ha creado mala fama y todavía a estas alturas de su vida, le es difícil adaptarse a la sociedad. Oscar se...