Continuamos con la faena en su casa. Cuando desperté me costó mucho trabajo levantarme de la cama. La noche de anoche fue una experiencia única, una completa locura. Todavía hoy sentía la sensación de que sus labios estaban sobre mi piel. Estaba lleno de marcas, pero no me arrepentía de ellas en lo absoluto.
Es la primera vez que dormíamos juntos y me gustó descansar tan plácidamente en sus brazos luego de esos ejercicios. El aroma a café inundó la habitación y mis tripas rugieron. Ella no estaba ya en la cama conmigo, pero me dejó mi ropa doblada en una esquina, junto a algunos artículos para el aseo. No sé si era idea mía, pero la ropa olía como recién lavada. ¿En qué momento lo hizo? ¿Acaso se levantó desde bien temprano? En mi celular apenas eran las ocho de la mañana.
Luego de bañarme y asearme, noté que sobre la mesa de noche había un retrato boca abajo. Logré reconocer el rostro de su madre. ¿Qué habrá sido de ella? La última vez Jimena hizo un comentario que me dio a entender que no estaba presente actualmente en su vida, pero ¿por qué? ¿Se habrá regresado a su país natal? ¿Habrán tenido alguna diferencia o algo? Si bien recuerdo, ella era bien unida a su mamá y es raro que teniendo esta casa, no la haya traído a vivir con ella.
—Buenos días — escuché su voz detrás de mí, y la miré por arriba del hombro, soltando el retrato de vuelta en su sitio—. ¿Qué tanto miras?
—No estaba haciendo nada, solo me pareció curioso ver la foto boca abajo, así que la acomodé. ¿Cómo está tu mamá?
—Bien. Se encuentra mejor que tú y que yo ahora mismo.
—Oh, ¿de verdad? Me hice ideas locas en mi cabeza. Gracias a Dios que está bien.
—Sí. Después de todo, en el lugar que se encuentra no debe preocuparse por nada.
—Oh, eso es bueno.
—Eres bien idiota.
Cuando caí en cuenta de lo que había tratado de decirme, me sentí el hombre más imbécil que habita sobre la faz de la tierra. Deseaba hacer un agujero en el suelo y enterrar mi cabeza.
—Lo siento, no sabía…
—El desayuno está listo.
Abandonó la habitación sin decir nada más y me limité a seguirla. La mesa estaba servida, todo bien organizado con distintas porciones de comida, lo suficiente como para que comieran más de cuatro personas, con frutas picadas cuidadosamente y con diseños, jugo y café. Me sentía fuera de ambiente. Se siente raro que tengan estas atenciones conmigo. Mejor dicho, que algo así venga de ella. No recuerdo una sola vez en que mi mamá o Suzan hubieran hecho algo así por mí.
Mi madre porque desde que era pequeño siempre estuvo ocupada con asuntos más importantes que yo como para atenderme, y quien me hacía las comidas y me llevaba el almuerzo al colegio era la empleada de la casa. De hecho, no recuerdo haber probado la comida de mi madre nunca. Aprendí a preparar mis comidas para dejar de depender de las empleadas y así poder independizarme.
Y Suzan, porque ella no sabía cocinar, y la comida que cenabamos era la que traía de la casa de su madre o de algún restaurante cercano.
Odiaba ver qué, a la mayoría de los compañeros que tuve en el colegio, incluyendo a Jimena, sus madres no tenían problemas con ir al colegio o llevarles el almuerzo, mientras que la mía buscaba cualquier pretexto para nunca asistir al colegio, ni siquiera cuando la llamaban.
—Sé que no es el tipo de comida a la que un niño rico como tú acostumbra, pero es lo que tengo.
Estoy seguro de que ella sabía la razón detrás de mi expresión. Es más, podría jurar que esta era una de esas venganzas silenciosas suyas para hacerme sentir como mierda. Lo peor de todo, es que lo había conseguido. Así me sentía por dentro. No sé por qué se siente que tocó una fibra sensible, capaz de ablandarme y sacarme de mis casillas. Pensé que lo había superado, pero ahí ha vuelto de nuevo esa espinita a fastidiarme la existencia.
—Gracias. Se ve exquisito, aunque no tanto como tú. ¿Eso deseabas escuchar?
—Siéntate y come que se enfría.
—¿Qué buscas con todo esto? Es evidente que hay algo detrás. Estás disfrutando de tu venganza silenciosa, ¿no es así?
—Como no tienes idea — confesó.
—Muy bien — saqué la silla para sentarme y apreté los puños por debajo de la mesa—. Entonces me uno a tu juego.
![](https://img.wattpad.com/cover/306422167-288-k181155.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Sigilo [✓]
DragosteNo hay secreto que dure cien años. Oscar Collins; es un hombre prepotente, prejuicioso y orgulloso. Su forma de ser desde su adolescencia le ha creado mala fama y todavía a estas alturas de su vida, le es difícil adaptarse a la sociedad. Oscar se...