—Entonces, ¿sí es cierto que hay alguien más? ¿Cómo pudiste hacerme esto, Oscar? Estamos a punto de ser padres.
—Es cierto, y no hay justificación ni perdón por lo que hice, pero nuestra relación no puede continuar así, Suzan.
—Para rematar, ¿ahora estás terminando conmigo cuando más te necesito?
—Lo siento, de verdad que lo siento. El que demos por terminada nuestra relación no implica que pienso evadir mi responsabilidad como padre. Una cosa no tiene que ver con la otra. Por supuesto que me haré cargo de mi hijo y estaré para ustedes cuando me necesiten, pero no quiero seguir lastimándote y haciéndote infeliz, ni mucho menos quiero seguir siéndolo yo.
—Significa que no solamente fue una aventura.
—Lo siento, Suzan. Te juro que hubiera querido evitarte este dolor, pero no puedo más, no puedo seguirte haciendo esto, tampoco seguir presionándome a mí mismo.
—Está bien. Ojalá que ese alguien pueda amarte de la misma forma en que lo he hecho hasta ahora y pueda brindarte la felicidad que a mi lado jamás conociste.
Desapareció en tan solo un instante de mi vista y, aunque estaba consciente de que había hecho lo correcto, más me sentía liviano, al mismo tiempo me carcomía la culpa. Soy un monstruo, lo sé.
Jimena
Regresé a mi rutina diaria de trabajo. Estaba de buen humor luego de lo que ocurrió anoche. Haber descargado todo con Emmanuel, me sirvió para sentirme mucho mejor. Aunque sé que debo darle tiempo para ir implementando nuevos roles.
Cuando llegué a la empresa esta mañana, me percaté de que Oscar había llegado más temprano de lo habitual. Realizó su ronda mañanera y regresó a su oficina. Se veía bastante pensativo. A pesar de no dirigirme palabra, que fue lo mejor, no dejó de mirarme ni un instante. Definitivamente tenía algo que decirme, lo vi en sus ojos, pero ni se acercó a mi escritorio, así que asumí que se había arrepentido.
Un poco antes de mi hora de almuerzo, vi salir a una mujer muy hermosa del ascensor. Por su manera de vestir, supe que no era una empleada de la empresa. Para estar en este piso, debe ser importante. Lucía como de unos treinta años. Su cabello negro era corto, le llegaba un poco más arriba del hombro. Se veía muy sonriente y amable, a diferencia de la mayoría de personas que vienen de visita.
—Buenos días. ¿En qué puedo ayudarle? — dije cortésmente.
La sonrisa que llevaba plasmada en su rostro desapareció en un abrir y cerrar de ojos. Miró mi tarjeta de identificación, como si hubiera estado buscando algo.
—B-buenos días — frunció el entrecejo, resoplando—. ¿Se encuentra la Sra. Bárbara?
—Sí, la Sra. Collins se encuentra en su oficina.
—Dígale que su nuera ha venido a verla.
Ya entiendo por dónde va la cosa. ¿Así que esta es la mujer de Oscar? Nada mal, tiene buenos gustos el desgraciado. Entre malhumorados se entienden.
Le marqué por el intercomunicador a la Sra. Collins para anunciarle sobre la llegada de su nuera, pero mientras lograba comunicarme con ella, observé la manera en que abrió los botones de su chaleco, como si tuviese la intención de mostrar su barriga. Al menos, de esa manera lo percibí. ¿Podría ser que Oscar le contó sobre mí? No le encuentro otra explicación. Espero ese idiota no haya metido las patas, porque lo menos que quiero es estar metida en un lío por un hombre. No hay nada más bajo que eso.
Ella partió a la oficina de la Sra. Collins tan pronto le avisé. Estaba a punto de salir de almuerzo cuando la vi nuevamente. Estuvo casi una hora dentro de la oficina y en vez de salir después de desaparecer del área, tuvo que salir antes.
—¿Desde cuándo? — su pregunta dejó en evidencia que, en efecto, estaba al tanto de la situación.
Observé su chaleco abierto completamente, y había un detalle que no había notado antes, asumo que por el ángulo. No lo sé, había algo extraño, algo que sobresalía y se veía descuadrado en su camisa negra, pero no podía perderla de vista.
—¿Desde cuándo qué, señora?
—No tiene que fingir delante de mí. Conozco su voz, la oí en la llamada el otro día.
Ah, debe estar hablando de ese día que respondí su llamada en el baño. Si lo sabía, entonces, ¿por qué no había venido antes?
—Me temo que me está confundiendo, señora — volví a mirar su camisa, y esta vez se cerró los dos botones del chaleco.
—No me quiera ver la cara de estúpida. Yo sé lo que oí.
—¿Qué escuchó exactamente? — enarqué una ceja, esperando que pudiera entrar en detalles.
—Usted es una vil descarada. ¿No siente ni un poco de vergüenza o culpa? Ha destruído una familia y se ve tan feliz al respecto.
—Es muy fácil repartir la culpa, ¿no es así? Si hay alguien culpable aquí, esa es usted. Si hubiera amarrado bien a su perro, no se habría escapado al patio de la vecina.
—¡Zorra!
—Seré muy zorra, y con mucha honra, pero jamás podría recurrir al engaño para mantener un hombre a mi lado. Técnicamente, eso nos hace totalmente diferentes, ¿no lo cree, señora? A mí más sabia y a usted más patética.
Toda mi estrategia estaba basada en suposiciones, pero al parecer, había dado en el clavo, porque su palidez en el rostro la delató.
—¿Todo bien por aquí? Pensé que ya me estabas esperando en el auto, querida — dijo la Sra. Collins.
Ella se hizo la víctima, se tragó lo que estaba a punto de decirme y se alejó con la Sra. Collins por el pasillo. Hasta dónde son capaces de llegar algunas mujeres por un hombre, habiendo tantos en el planeta.
—Sra. Jimena, necesito que pase por mi oficina — escuché la voz de Oscar, y lo miré por arriba del hombro.
¿Qué hay con tanto formalismo? ¿A este que le picó? ¿Nos habrá visto juntas?
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Sigilo [✓]
RomantiekNo hay secreto que dure cien años. Oscar Collins; es un hombre prepotente, prejuicioso y orgulloso. Su forma de ser desde su adolescencia le ha creado mala fama y todavía a estas alturas de su vida, le es difícil adaptarse a la sociedad. Oscar se...